"Te perdono el montón de palabras
que has soplado en mi oído
desde que te conozco."
Noel Nicola
Quedaron en un parque lleno de niños.
Temerosos, se sentaron uno al lado del otro
evitando enfrentar sus rostros.
Él supo de sus lágrimas a través de sus ojeras.
Supo de su soledad por los silencios de ella.
Supo de su miedo por el temblor de su voz.
Hablaron dejando respirar las sílabas,
saboreando el espacio que se hacía corpóreo entre ellos,
dejándose acariciar por las risas que sonaban de fondo.
Quedaron en un parque sin reino
donde los columpios gritaban a infancia.
Él le besó la mejilla. Ella forzó un abrazo.
Ella supo de sus cimientos rotos.
Supo de las calles con polvo de su pasado.
Supo de lo que nunca podrá dar por no tenerlo.
Y le perdonó. Le perdonó todo. O casi todo.
Le perdonó las botellas de cerveza sin espuma.
Le perdonó las nubes sobre sus sueños,
los pasos perdidos buscándole.
Le perdonó las palabras entredichas,
las tinieblas de su regazo de madrugada,
le perdonó las jaquecas y los vértigos sin remedio.
No le perdonó cuánto la quiso.
Porque eso sería olvidarle, como decía la canción.
Y ella, lo último que quería, era olvidarle.
Lo supo en el momento en que casi no recuerda su olor.
Por eso cogió su maleta y se escapó esa misma tarde.
Recorrió sin parar medio país.
Y le llamó sin urgencia en la voz
pero con socorro en lo callado.
Y por eso quedaron en un parque lleno de niños.
Y entre columpios, piruetas lejanas y risas ajenas
no hablaron de lo que se perdonaron.
Simplemente contaron el tiempo que estuvieron ausentes.