Desde pequeña me han dicho que tengo mala voz, que desafino y que no se me da bien cantar. Me lo han dicho en mi familia, mis amigos y mis profesores. Desde siempre he tenido complejo de cantar en público.
Esta semana me han ocurrido un par de cosas bonitas relacionadas con mi voz:
- Estaba en el coche con Edisa y Paula (7 y 5 años respectivamente) y me pidió Edisa que cantase una cosa. Lo hice. No acabé, me callé en mitad de la canción y dije: "Lo siento, chicas, sé que canto mal. Ya me callo." Paula me miró y dijo: "Pero si cantas muy bien." Edisa dijo que a ella le parecía lo mismo. Vale, son niñas, pero me emocioné.
- Estaba en la piscina de mis padres, con mi abuela Edisa (90 años) y mi hija Edisa (7 años) y Edisa me pidió que le cantase el Romance del Conde Olinos. Este romance lo aprendí con la edad de mi hija, en San Román, en casa de mi abuela. Pasaba los veranos en León, con mis abuelos. Ese año mi tía Begoña y mi abuela me enseñaron este Romance. Lo canto mucho. Se lo canto a Edisa como nana, se lo canto cuando me pide un cuento y no se me ocurre nada, y lo canto muchas veces cuando estoy sola. Empecé a cantar y ocurrió algo maravilloso. Mi abuela, que ya no tiene memoria para qué ha hecho hace media hora y que confunde sitios y personas, que tiembla y se le olvida contar los puntos en el tejer, mi abuela empezó a cantar conmigo. Y se sabía la letra, igual que yo.
Creo que quiero romper mi complejo de mala cantante. No soy una profesional, soy regular del montón para abajo. Pero soy yo. Os dejo aquí un audio del Romance del Conde Olinos, canción popular que igual muchos conocéis. La he grabado en mi portátil, probablemente se oiga algún coche en la calle y el sonido es bastante malo. Pero soy yo, cantando. Cantándole al mundo una historia de amor.
Os canto un cuento:
[audio=https://dl.dropboxusercontent.com/u/28023647/conde_olinos.mp3]
Espero que os guste. Feliz agosto.
:-)
domingo, 24 de agosto de 2014
lunes, 18 de agosto de 2014
Azul
De adolescente, mi cuarto lo pinté de azul. Mi primer cuarto propio, porque en la antigua casa compartía habitación con mi hermana pequeña. Pinté mi cuarto, las paredes y el techo, de azul. Azul tristeza, azul melancolía, azul celeste, azul cielo. Y en el techo, rodeando la lámpara y abarcándolo todo, estrellas, todas las estrellas que pude conseguir. De esas que brillan en la oscuridad. Y una luna, no podía faltar una luna grande.
Mi antiguo cuarto sigue siendo azul. Mis padres lo volvieron a pintar, pero mantuvieron el color. Cambiaron los muebles, aunque no todos. El espejo que yo decoré con motivos vegetales a base de pinta uñas (era un contrachapado lacado, el pinta uñas fue lo único que agarró) aún está donde lo puse: encima del radiador. En ese espejo me vi convertir en mujer. En ese espejo lloré, reí, me maquillé, me odié y me amé.
Hace un par de años escribí a esas paredes azules que aunque ya no me rodean aún viven en mí.
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