Joder, si es que luego me
preguntas que por qué narices no te pido que hagas las cosas. Y es
que no entiendes que no se trata de que te las pida, que tienen que
salir de ti, pero si por lo menos cuando te las pido las hagas como
deben hacerse, que parece que saliste del huevo ayer y ya tienes casi
50 años. Manda narices, no sé ni cómo te aguanto. Una mierda de
cosa que te pido que hagas y encima la dejas a medias y mal hecha.
¿Pero cómo puedes ser tan caradura? Claro, la estrategia perfecta,
ahora me toca a mí rehacerlo todo y la próxima vez no te lo pediré
y lo haré yo. Y ya no tendrás que ayudarme. Qué carajo, que no
entiendes que no es ayudarme, que las tareas no son mías, que son de
todos. Mírate, ahí estás, todo repantigado en el sofá, con la
gata apoyada en tu regazo y todo satisfecho porque “me has ayudado”
y has tendido la ropa. Vaya mierda, de verdad, es que eres un inútil.
¿Cuántas veces tengo que decirte que así no se tiende la ropa? Te
dije que la estiraras, que no se quedaran los calcetines arrebujados
y las mangas de la camisa metidas dentro de ellas. Pues nada,
estirada la has dejado, una camisa de punta a punta en una sola
cuerda, bien abierta, pero toda arrugada. ¿Conoces la diferencia
entre planchar y no planchar? Claro que no, tú nunca planchas. Vaya
jaleo que me has dejado con la ropa, y claro, vas y me dices que no
te cabe. Pero ¿cómo te va a caber, alma de cántaro, si pones una
sola camisa en cada cuerda? Yo ya no sé si te haces el tonto o lo
eres. Y no quiero echarle la culpa a tu madre, pero vamos, que te lo
hace todo. Sólo falta que te acompañe a mear y te sujete la pilila,
porque es que te ha hecho un inútil. Corrígete, Marga, no es culpa
de la madre. Ella es de una generación concreta, pero es que este
Manolo es más dejado que echo de encargo, una cosa es que su madre
sea así y otra que yo con mi edad tenga que explicarle cómo coño
se tiende una puta lavadora. Porque vamos, es que no da ni una. Ni
con la lavadora, ni con el lavavajillas, ni nada. Le digo que recoja
la mesa y deja los cacharros en la encimera. ¿Para qué recogerlos,
aclararlos y meterlos en el lavavajillas? Le digo que limpie la mesa
y coge una servilleta (¡¡una servilleta!!) y la desliza por la mesa
echando todas las migas al suelo. Así, sin piedad. Como él no
barre. Pero claro, qué va a barrer, si no sabe ni dónde se guarda
la escoba. Venga, calma, respira. Tú a Manolo le quieres mucho,
Marga. Tiene muchas virtudes. Respira hondo. Es cierto que ya te lo
has encontrado en esta vida curtidito, los dos divorciados y con unas
buenas mochilas, pero piensa en todo lo que te aporta. Es un buen
hombre. Venga, ponte a hacerlo y luego le llamas y se lo explicas.
Empieza por destender todo el desastre. Joder, si es que encima ha
puesto hasta pinzas de madera. Con la dentera que me dan. Voy a
tirarlas todas a la basura. Las más baratas, me dijo que cogió.
Pero si son una mierda y encima cogen moho. Las detesto. Ya está
todo en el cesto. Ahora a tender. Así, de un golpetazo, todas las
mangas estiradas, los bajos estirados, las perneras estiradas, los
calcetines bien estirados. Y ahora a tender, aunque sea apretadito,
pero sin arrugas, que así luego no hay que planchar. Camisa verde,
dos pinzas verdes, por la costura de abajo, que así no se marca, y
sin doblar. Los pantalones vaqueros, azules, claro, con dos pinzas
azules. Espera, ¿camisa blanca? No tengo pinzas blancas. Pues
amarillas, que son las más parecidas. Espera, Marga, que has cogido
dos amarillas, pero distintas. Busca dos iguales. Así, pieza a
pieza. A buen ritmo. Si es que no se tarda nada, no sé cómo Manolo
no es capaz de hacer algo así, ni difícil ni tiempo. Pero claro, es
más cómodo acariciar a la gata. Respira Marga. Ahora que has
acabado de tender, y claro que ha cabido todo, no como decía el
imbécil de tu novio, llámale. Que vea lo bien que lo has hecho y
cómo has dejado la ropa. Explícale cómo se ha de estirar, cómo
puede caber toda la lavadora en el tendal, sin agobios, los
calcetines por pares, que luego al recogerlos ya los dejamos doblados
y es más sencillo. Con paciencia y una sonrisa. No dejes que te vea
enfadada. Explícaselo como a un niño. No lo ha hecho a maldad, es
que no sabe hacerlo mejor. Tienes que enseñarle.
(…)
¿En serio? ¿En serio no
ves la diferencia? ¿En serio crees que está exactamente como lo has
dejado? Si no lo veo no lo creo. Este tío es imbécil y encima se lo
hace más. ¿No va el capullo y me dice que se alegra de haber
acertado y haberme ayudado bien y haber tendido bien la ropa? ¿Bien?
¿En serio? ¡¡¡Pero si tenías las cuatro quintas partes de la
lavadora dentro del tambor porque no cabía!!! ¿O también se te ha
olvidado que hemos hablado de eso? Si al final va a ser verdad, lo
hace mal adrede para que lo haga todo yo, que él no es un inútil,
se lo hace, con tal de no hacer las tareas y no colaborar y ayudarme.
Joder, Marga, ya estás otra vez con el “ayudarme”. Que no te
tiene que ayudar en nada. Te ayudaría si fuera tu trabajo, pero esto
son tareas de toda la unidad familiar. ¿Tan difícil es que al menos
lo pienses bien? Para eso has ido a esas charlas en la Concejalía de
la Mujer. Para eso has estado todos estos años en terapia. Que desde
que lo dejaste con Luis no habías sentado cabeza. Ahora que has
encontrado a Manolo, que te trata bien, que le quieres, no la cagues
con tus manías. Pinzas de colores. Pero es que ni lo ha visto. No se
ha dado ni cuenta de que cada prenda lleva su color (al menos el más
próximo). Pero claro, así la ropa está más ordenada y si desde
fuera lo ven, las vecinas dirán “qué ordenada y qué aplicada que
es Marga”. ¿Pero tú te oyes? Al final la machista eres tú,
Marga. ¿Estás escuchando tus palabras? De nada te sirve acudir a
charlas si luego tú eres la primera en hacer las cosas de esta
manera. Venga, cállate ya. Respira hondo. Y sobre todo no grites.
Has practicado mucho con la psicóloga para poder tener
conversaciones de adultos, racionales, donde expreses tu punto de
vista sin ser agresiva, sin aplastar a quien tienes al lado…
Respira. Relájate. Respira hondo…
(…)
A la mierda. De verdad,
le mando a la mierda. No, Marga, no lo hagas, respira hondo. Si sólo
es que no se le ha ocurrido que hay que limpiar la mesa. Sí, ha
habido partido y ha comido patatas. Sí, está todo sembrado de
migas, la mesa, el suelo y hasta el sofá. Ha estado con tu padre y,
es que joder, hasta a tu padre le cae bien, si ahora le dejas nadie
lo entenderá. Pero no le aguanto, mira, no le aguanto ni una más.
De ésta no pasa. ¿Pero es que no ve que cuando me levanto temprano
para ir a trabajar lo último que me apetece es encontrarme el salón
lleno de restos de patatas, por todo el suelo? Marga, si es que
parece que han estado lanzándolas al aire, por la mesa, por el sofá…
Y ahora tú quieres desayunar y sólo puedes pensar que hay que coger
la bayeta, limpiar la mesa, sacudir la funda del sofá y barrer todo
porque si no lo haces no vas a desayunar ni a hacer nada ni a estar
tranquila. Venga, Marga, por tu padre, que dice que es un tío
cojonudo. Si es que se adoran, y eso que son de equipos contrarios.
Hazlo por todo lo que representa. Y por lo mucho que le quieres, no
lo olvides, por lo mucho que le quieres. Hazlo sobre todo por lo
mucho que le quieres.
(…)
Ring, ring, ring. “Hola
Manolo, dime. (…) Sí, claro, sin problemas. Trae a quien quieras,
ya sabes que adoro a tus amigos. (…) Ok, yo me encargo de
comprarlo. (…) Sí, claro, yo también te quiero. (…) Que sí,
tonto. Que está todo bien. (…) ¿Enfadada yo? ¡¡Nooo!! Todo
bien, de verdad. (…) Sí, cariño, nos vemos luego en casa. Te
quiero. (…) Ay, qué cositas me dices. Otro beso para ti, ahí,
donde tú sabes. Hasta luego.”
PILAR ESCAMILLA
FRESCO. 04/09/2020. Taller Clandestino de Cristina Serrano (Un cuarto
propio). Ejercicio de los enegramas.