“Para
alguien que llamó
a
mi puerta pidiéndome
buscara
en libros antiguos
un
conjuro de amor.”
Alfonsa
de la Torre
Mi
dulce y morena estrellera.
Tienes la mirada
oscura de laguna triste.
Llamo a tu puerta
pidiendo cobijo
y me recibes en la
soledad de tu regazo.
Mi historia te
llega en susurros de té y lumbre.
Me respondes en el
mismo lenguaje de las estrellas.
Me ofreces versos
de luna entre pinos.
Y yo respondo con
poemas de niebla y silencios de alcoba.
Quiero que enhebres
en mi cabello el aroma de tu boca.
Ya lo sé, ya lo sé.
No puede ser de esta forma.
Has heredado
durante siglos el lenguaje de los símbolos.
Lees más allá de mí
el pantano que habita entre nosotras.
No hace falta que
nombre lo que sabes:
a veces me hieren
los murmullos del pueblo.
Posas tu rostro en
mí,
herbera.
Y entonces sacas
alguna pócima de tu cocina,
amansas mi pecho
con nanas de jilgueros,
y calmas mis
latidos más allá de las ventanas.
“Del
silencio nace la llama viva”.
Me quedaré en tu
puerta clamando un beso ausente,
porque nuestro amor
no puede darse,
porque el cruce de
nuestras miradas no puede verse,
porque hay celdas
que no se entiende pero se sienten.
Sabes, alondra de
laguna triste,
que “te regalo las estrellas de mis sueños”
y que cuando las
ausencias hagan caer las tejas de esta casa
mandaré callar en
complicidad a quien venga.
Pilar Escamilla Fresco
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He
tomado una historia que cuentan sus sobrinos, y he dado voz a Juana, la que fue
su compañera durante más de 40 años.