«Eres muy raro, Jorge», me dijo sin parar de reír. Y yo le dije: «Claro, de eso se trata. Ya te lo expliqué, no veo las cosas como los demás, no me entiendo con la gente. ¿Ser raro no te parece peligroso?». Él paró de reír y me dijo: «No, eso no, raro no es peligroso, yo también soy raro. Mamá decía “diferente”, o “especial”, pero eso es lo mismo que “raro”. Pero yo no estoy loco y tú no eres idiota, somos raros, diferentes». «Te prometo que nunca te volveré a llamar idiota», le dije yo. «Te creo», contestó.
lunes, 30 de mayo de 2022
Cristina Sanz Guerra en el Filandón violeta
domingo, 15 de mayo de 2022
Amor, neurosis y vida 3. Vuelo en el desierto
“Te buscaba con ansia”
“Te aseguro que alguien se acordará de nosotras.”
Querida, no he podido despedirme de ti en persona porque fuerzas mayores me lo han impedido. Espero sepas perdonarme y comprenderme. Permíteme, no obstante, unas palabras que me hubiera gustado decirte en persona pero que han de ser, dadas las circunstancias, por este medio.
Como bien sabes, desperté a la realidad el día que cumplí 15 años y escuché a mis padres hablar de mi matrimonio. Tenían varios pretendientes, y estaban discutiendo la opción que más les interesaba. A ELLOS. No se habían siquiera planteado preguntarme. Desde el quicio de la puerta los escuchaba horrorizada y, casi sin poder creer lo que estaba oyendo, entré en pánico. Un pánico que me duró, bien lo sabes, hasta que llegué a tu casa. Tras la celebración familiar de la que no pude escabullirme me despedí y les dije que me iba a descansar. Mentí. Salí como pude de la casa familiar y huí todo lo rápido que pude. Había oído hablar de tu Casa de Servidoras de las Musas, y era en lo único que podía pensar. Me pareció el refugio más seguro.
“Llegaste –te buscaba con ansia –, refrescaste mi pecho que ardía de deseo.”
Llegué sin más equipaje que mis lágrimas. Pero me acogisteis como si fuera una más de vuestras hermanas desde el primer momento. Fue traspasar el umbral y entrar en ese patio y sentir que la palabra hogar tomaba, por fin, todo su significado.
En tu casa aprendí muchas y muy valiosas cosas. Me quedo con dos: la poesía y la escucha activa.
Me recibieron dos muchachas. Una era menuda, de ojos castaños y vivarachos. Me sonreía, como si con su sonrisa pudiera calmar los nervios y los miedos con los que entraba. La otra era alta, muy rubia, con los ojos claros, parecía una diosa. Me gustó la cercanía de la primera y la belleza de la segunda. Se presentaron. La primera se llamaba Atis. La segunda Níobe. Me cogieron de la mano y me acompañaron para asearme, darme ropa limpia, y llevarme a mi cuarto. ¡Mi cuarto! Me ofrecisteis un cuarto, la paz que necesitaba, y la cercanía de todas esas mujeres que parecían no tener nada en común, pero que hacían andar la Casa con los engranajes bien cuidados.
Los primeros días me dediqué a observar. Me gustaban las reuniones donde mujeres como tú se dedicaban a enseñar sin dar clases, en una conversación sosegada con otras muchachas que atentas debatían y escuchaban. Pronto me di cuenta de que el lenguaje, en la Casa, era la llave que abría cualquier cerradura y cualquier corazón.
Atis me acompañaba enseñándome los rincones de toda la Casa y me explicaba hasta donde creía que debía explicarme. No pude resistirme a esos ojos...
“Me enamoré de ti, un día lejano, Atis. Me parecías una niña desgarbada y menuda.”
Así, quise hacer como tú y llamar a la diosa Afrodita para que bajase en su áureo carro llevado por gorriones, para que me escuchara e intermediase entre ella y yo. Bien sabes que no pudo hacer nada, mi cobardía no le dejó avanzar demasiado.
Me hubiera gustado hundirme en su pecho y usarlo de almohada como tantas veces os escuché mientras recitabais los versos que tanto me estremecían.
“Durmiendo en el pecho / de una tierna amiga.”
Pero siempre dormía sola. Desconozco si Atis fue consciente del nerviosismo de mi piel cuando ella me tocaba, pero ahí estaba... y me costaba horrores disimularlo.
“Se han ocultado ya / las Pléyades, la luna: mediada está la noche, / la hora propicia escapa, / yo duermo sola.”
De noche, sola en mi cuarto, soñaba con ella y me preguntaba dónde andaría, con quién, qué pensaría y si podría ser yo el objeto de sus versos. Mi escaso talento para la poesía pronto quedó en evidencia. Era capaz de admirar los cantos de nuestras hermanas, pero no era capaz de componer nada, un nudo en la garganta y en el estómago se hacía inmenso cuando deseaba traducir a palabras mis emociones... y sólo podía callar.
“Mas de tocar el cielo inabarcable no me creo capaz.”
Pero no sólo soñaba con sus versos. Deseaba acariciar su vientre blando y suave. Se me antojaba como el mejor lugar donde alojar mis cabellos. Y me hundía entonces, confundida, en mi cama buscando con el sueño olvidar ese torbellino que me atoraba los sentidos y me dejaba muda y absorta frente a ella.
“Eros ha sacudido mis entrañas / como un viento abatiéndose en el monte / sobre las encinas.”
Durante los días no podía más que buscar su sombra entre los muros y los árboles. En las reuniones la miraba de reojo buscando algún signo de que también ella me observaba. Creí sentir algo que no pudo ser verdad. Ella sólo tenía ojos para Níobe. Lo supe una mañana que vi a Atis salir del cuarto de Níobe antes del alba.
“Si se ha desbordado la cólera del pecho, / preciso es vigilar / la lengua que ladra atolondrada.”
Dejé de participar en las reuniones, dejé de escuchar poemas al atardecer. Sólo podía pensar que quería estar sola, dormir sola, morir sola...
Te diste cuenta rápido. Nada parecía escapar de tu ojo observador. Te acercaste a mí un día después de la comida y empezaste a hablarme. Era la primera vez que hablabas directamente conmigo. Yo siempre te había observado y escuchado, y pensaba que tú no nos veías más que en grupo. Pero ese día me sorprendiste. Qué buena observadora eres. Desde el primer día me describiste los movimientos que yo pensé que nadie me notaba, y también sabías perfectamente por qué ahora ya no me sentía pletórica sino apagada. Me cogiste de la mano y me explicaste que el mar está lleno de peces. Que Atis y Níobe se han encontrado la una a la otra, que eso me tenía que hacer feliz porque ellas eran felices. Yo te miré perpleja. “¿Cómo puedo encontrar un pez para mí?” - te pregunté. Y me respondiste con la mirada llena de dulzura: “Deja de buscar, cuando dejas de buscar es cuando finalmente encuentras lo que necesitas”.
Puede que tengas razón, pero han pasado ya varios meses y yo sigo igual, sin poder siquiera mirar a Atis, o a Níobe, o a ti, o a cualquiera de nuestras compañeras de la Casa. Sólo puedo pensar en estar sola. Por eso he decidido huir lejos. Aún no tengo claro dónde me dirigiré. Intentaré poner mar y tierra entre nosotras. Si con el tiempo me siento más cómoda en mi piel, volveré. Mientras, trataré de encontrar la manera para superar este dolor que tanto me atormenta.
“Sobre un blando almohadón / te acomodaré los miembros”
Gracias por abrirme las puertas de tu Casa.
Siempre tuya,
Leto
Nota de la autora: los textos entrecomillados son de Safo en la traducción de Aurora Luque.
LUQUE, A. Safo: Poemas y testimonios, Barcelona, Acantilado, 2020
domingo, 1 de mayo de 2022
Olvido Andújar en el Filandón violeta
Publicado originariamente en: Olvido Andújar en el Filandón violeta
FILANDÓN VIOLETA
DECLARACIÓN DE INTENCIONES
Nos reunimos, charlamos, hilamos versos y somos libres. Somos mujeres, madres, tías, abuelas, hermanas, hijas, escritoras, amantes, trabajadoras, amas de casa, luchadoras, idealistas, soñadoras…
Nuestro hilo es la palabra, el verso nuestra arma y la lengua la artillería que usamos para defendernos.
Somos violetas. Y nos reunimos a tejer palabras con nocturnidad y alevosía. Quien nos quiera escuchar, que nos siga de cerca.
Sed bienvenidas y bienvenidos a esta nueva entrega de nuestro FILANDÓN VIOLETA.
***
Olvido es mirada y es palabra. Su acento suave, su voz melódica, nos llevan a abrazar esos vinilos que sin duda escuchamos en clave de jazz. Porque Olvido es música, como su primer poemario que si ya por él sólo es muy potente, si se le pone la banda sonora que ella misma nos sugiere, nos eleva más allá de las páginas, hacia un mundo donde no hay motores silenciosos, sólo cuerdas, percusiones y una voz que todo lo invade.
Pero antes, y como siempre, unos breves apuntes biográficos de nuestra protagonista de hoy, para que sepáis de quién hablamos.
Olvido Andújar
Olvido Andújar es la autora del poemario En clave de jazz (Editorial Lastura, 2020). Ha publicado relatos y poemas en diversas antologías, revistas y fanzines. Participa en recitales de poesía y ha recibido varios premios de poesía y relato corto. Es socia de la asociación feminista de mujeres poetas Genialogías, miembro del colectivo feminista de poetas Sororidades y escribe en Pikara Magazine la columna mensual sobre poesía titulada “Pikara Poétika”. Como aficionada al cine y al jazz, colabora con el podcast El cantor de jazz, con la sección “Luces, cámara, ficción”, sobre los espejos del jazz en el cine y la literatura. Como lectora y docente, forma parte del equipo que realiza el podcast Utopedia. La comunidad de los libros, acerca de literatura y educación.
Es profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid y académica correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, correspondiente de la RAE en Estados Unidos.
***
El año que la pandemia que aún nos afecta, aunque ya sea residualmente, borró de nuestras vidas, Olvido Andújar publicó su primer poemario titulado “En clave de jazz”, con la valiente editorial Lastura, capitaneada por Lidia López Miguel. Este poemario entró de manera silenciosa en mi casa. Es de formato pequeño, como Olvido (ya sabemos que los perfumes más caros y más preciados van en tarros pequeños), y al abrirlo empezaron a sonar sus palabras, su voz y las melodías de las canciones que nos propone para escuchar y acompañar la lectura. Y se quedó. Lo he leído dos veces, y en cada una de ellas he sentido cosas distintas, he visto a una Olvido distinta y he vivido distinto. Cuando lo leí en 2020 en la soledad de mi cuarto, sentada en mi cama y con pocas ganas de vida, Olvido me regaló lo que me faltaba: ganas de vivir.
Lo leí por segunda vez cuando Rafa Mora y Moncho Otero le dedicaron su ciclo “Versos sobre el pentagrama” del Café Libertad 8. Ahí sentí a una Olvido valiente, que se desnuda página a página. Conozco parte (sólo una parte) de su historia personal. Y el resto, lo intuí en cada verso y en cada silencio.
Olvido Andújar no sólo es una mujer capaz de convertir la palabra en música y la música en palabra. Es, además, una de las mujeres más bellas que conozco. Hace unos años tuve el honor de hacerle una sesión de fotos (la foto que acompaña este artículo viene de entonces). Su mirada oscila entre eléctrica y suave, sensual e inocente, pícara y confiada. Una mujer increíble que, desde luego, tenéis que conocer, leer y escuchar.
Siguiendo la dinámica de esta sección, Olvido Andújar ha respondido a mis preguntas con la inteligencia y la agudeza que le caracterizan. Leed a continuación sus palabras y decidme que no os parece realmente fascinante.
¿Qué es para ti la poesía?
Para mí la poesía es necesaria. Y, si me apuras, como decía Gloria Fuertes, que para mí es una referente a la que acudo siempre que necesito que entre luz en la casa, “obligatoria”. Ella lo decía mucho más bonito:
A mí la poesía siempre me ha respondido preguntas que, a veces, ni siquiera sabía que tenía. Pero estaban ahí. También me ha abrigado cuando tenía frío o me ha helado la sangre cuando estaba, o cuando creía que estaba, bien tapada, demasiado. La poesía, sobre todo, me ha cuestionado, me ha interpelado, me ha zarandeado. Pero también me ha dado consuelo, me ha ayudado a llorar y exorcizar bien todos los demonios, me ha protegido del maltrato y del narcisismo, me ha acompañado en los duelos y también me ha hecho reír. Porque la poesía también sabe sacarte carcajadas mientras te clava un puñal en todo lo que hasta ese momento dabas por sentado.
Además, la poesía, como la literatura y la filosofía, nos hace más tolerantes, más abiertos, más dialogantes.
De todos modos, de entre todas las definiciones con las que puede vestirse la poesía, yo me quedo con “necesaria”.
La lectura de poesía es minoritaria, ¿cómo convencerías a alguien que dice que no le gusta la poesía para que se introduzca en su lectura?
Antes que poeta, soy profesora. Hay un poema de Dulce María Loynaz que me gusta mucho:
Y dije a los guijarros:
– Yo sé que vosotros sois las estrellas que se caen.
Entonces los guijarros se encendieron, y por ese instante brillaron – pudieron brillar…
– como las estrellas.
A mis clases siempre llevo “cerillas” con la esperanza de encender guijarros, o de montar una fogata y que toque alguna tecla, que queme prejuicios, lo eche todo abajo y renueve ideas. Además de una responsabilidad enorme, quienes nos dedicamos a la docencia (en cualquier etapa), tenemos la suerte de tener también un altavoz, un micrófono, una tarima desde la que enseñar más cosas que cómo se hace un análisis sintáctico o una regla de tres, que no digo yo que no sea importantísimo. Pero me fascina que también podamos hablar a nuestras y nuestros estudiantes de quiénes son, de que hubo mujeres filósofas contemporáneas de Sócrates, podemos darles a conocer la obra de Begoña M. Rueda o Miguel Martínez López y conectarla con cómo navegan en Internet, cómo han vivido la pandemia o qué preguntas se hacen cuando algo les defrauda.
Y, como me considero profesora mucho antes (y mucho más) que poeta, me cuesta mucho desligar la docencia. O mi modo de ver la enseñanza. Y hasta cuando no lo pretendo, me pasa. Por ejemplo, mi poemario En clave de jazz ha sido acogido por lectores de poesía que no eran aficionados al jazz. Y me he encontrado con la sorpresa de que luego me han escrito para decirme que han aprendido de música, que han descubierto a tal cantante o a cual pianista gracias al libro. Y eso me ha llenado de ilusión. Concebí el libro para que tuviera el sabor de una charla distendida en casa. Esas noches eternas en las que vas encadenando temas de conversación y hay música siempre de fondo. El disco se termina, te levantas a poner otro y lo presentas a tus acompañantes brevemente. “Vamos a escuchar a una saxofonista que es maravillosa. Qué vida tuvo. Grabó con tal sello y con cual banda…”
Pero también me ha pasado al contrario. Se han acercado al libro amantes del jazz que no leían habitualmente poesía. Y esa ha sido la segunda gran sorpresa. Me decían que habían comprado el libro y que me escribían para decirme que no leían poesía, pero que algún poema les había llegado, por uno u otro motivo. Repetían mucho que era “inteligible”, como si la poesía no lo fuera. Y aquí tenemos que cuestionarnos mucho. Se trata de “descubrir a los demás”, como decía Gloria. No creo en una poesía oscura y elitista. Esos poetas, que no esa poesía, no me representan. Yo creo firmemente que la poesía ha de llenar de luz lo que antes estaba a oscuras. Así que iluminar a músicas y músicos de jazz y hacerlos asequibles a quienes no conocían, a quienes un día confiaron en leer mi libro, ha sido una maravilla y un regalo. Y lo mismo sucede con quienes, después de la lectura, han acudido a otras y otros poetas.
¿Cómo integras la poesía en tu día a día y en tus obligaciones personales y laborales?
Como te decía, antes que poeta, soy profesora. Pero es que además tengo la suerte de ser profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid. Yo no sé desligar la literatura de mi profesión, porque mi profesión es enseñar a trabajar con la lengua y con la literatura. Trabajo con la creación de textos literarios, con cuentos, con poemas, con dramatizaciones… Mis estudiantes crean, pero también lo hacen mis compañeras y compañeros de trabajo, entre quienes hay excelentes poetas que, además, son amigas y amigos. Tengo la enorme fortuna de trabajar, por ejemplo, con Begoña Regueiro, una poeta excepcional. Además de ser una de las mayores expertas de la Didáctica de la Literatura, es la responsable del grupo de investigación ELLI, al que pertenezco. Así que compartimos asignaturas, investigaciones, charlas y recitales, a veces improvisados en un acto final de un seminario. Tenemos despachos muy cercanos, nos cruzamos en los pasillos, compartimos cafés y proyectos. Y es un milagro de vida.
¿Qué le dirías a alguien que empieza ahora en el mundo de la escritura poética?
Que lea mucho y que no tenga prisa en publicar. Publiqué “En clave de jazz”, mi primer poemario en solitario, unas semanas antes de cumplir cuarenta años. Y no me arrepiento. Creo que la poesía, como el vino, necesita tiempo para macerar. Veo a mucha gente joven con mucha prisa por acumular muchos libros publicados. Yo creo que hay encontrar nuestra propia voz, que luego nos dirá qué palabras tachar y qué páginas romper. Se es poeta, sobre todo, por lo que se tacha, más que por lo que se deja y se publica. Y para encontrar esa propia voz que nos permite darnos cuenta de qué tenemos que tachar y qué tenemos que dejar, no hay otra vía que el aprendizaje a través de otras voces. Muchas. Todas las voces posibles. Y para ello hay que leer. Que lea, que lea mucho. Que tache más de lo que deje. Que reescriba. Que pode. Que lea mucho y a muchas voces diferentes de épocas y países diferentes, porque cada una tiene algo (o mucho) que enseñarle. Y que sea humilde. Solo desde la humildad podemos aprender. Y quien cree que no tiene nada que aprender es mejor que se mire bien por dentro. Y si, finalmente, la poesía es un acto de amor, entonces, que ame, que ame bien, de forma generosa.
***
Olvido Andújar se define como docente antes que poeta. Pero eso es lo que ella dice. Yo no he estado en ninguna de sus clases, pero sí he tomado vinos y cafés con ella, y me la imagino haciendo de sus clases puros actos de poesía. Porque ella, las cosas, no las hace a medias.
Os dejo un par de poemas leídos por ella. Escuchadla y entenderéis lo que os quiero decir con eso de su voz, la música y demás. El vídeo de la presentación del poemario en Entredós es largo, casi una hora. Pero os recomiendo que os sentéis en el sofá y lo disfrutéis. Porque es maravilloso.
Y como todos los artículos de mis Filandones Violetas, os dejo una pequeña, pequeñísima muestra de su poemario. Algo con lo que apenas se os abrirá el apetito, espero, y os lanzaréis, como haría yo, a las librerías, a las bibliotecas o a la propia editorial a comprar este libro tan pequeño como poderoso y potente.
Espero, querida Olvido, que no sea tu último poemario. Y espero, amiga mía, seguir con esos vinos y esos cafés mientras charlamos de todo lo que nos apetezca.
MUESTRA DE SU OBRA
CARMEN MCRAE
Por ira o por torpeza,
pero lo rompes.
Después te arrepientes,
te sientes mal,
compras todos los pegamentos
en la ferretería de la esquina,
le pides perdón,
—por si acaso los jarrones rotos
fueran sensibles a las disculpas—.
Pero el jarrón sigue roto,
hecho añicos,
polvo de estrellas.
Y tú tienes que aprender a vivir
con la angustia de saber
que tienes la terrible capacidad
de romper jarrones,
por ira o por torpeza.
FLY ME TO THE MOON
COUNT BASIE
ni tú habías dejado besos en la alambrada.
No fuimos titular del New York Times.
Exhibían el índice y olvidaban el cielo
que nos prometían detrás de las ventanas.
No vimos que teníamos la primavera
brotando en cada rincón de la casa.
Para ver los detalles de algunas pinturas
hay que alejarse unos pasos o una vida.
Entonces surgen en las arrugas de una mujer
el hijo muerto, el abuso, el amor perdido.
Creí que tampoco había viajado a lomos de una estrella
hasta que me separé unos años de las fotos.
La Luna siempre había estado en tu lado de la cama.
(En clave de jazz, Editorial Lastura, 2020)
***
TEJIENDO EN LA SOMBRA
Tejiendo y leyendo y escribiendo y viviendo y soñando y amando y… y todo lo que hago siendo todo lo que soy. Ahí estoy yo, detrás de este filandón violeta, intentando sobrevivir en una gran ciudad donde me siento hormiga, leyendo, escribiendo y recitando poesía, siendo madre, trabajadora y poeta de guardia, como decía nuestra querida Gloria.
Me llamo Pilar Escamilla Fresco y si quieres saber de mí búscame aquí: www.caradeluna.es
Pero ante todo lee poesía, lee poesía todos los días de tu vida.
Y si tienes hijos, léeles poesías.
Sin poesía, no hay vida.