lunes, 30 de mayo de 2022

Cristina Sanz Guerra en el Filandón violeta

Publicado originariamente en: Cristina Sanz Guerra en el Filandón violeta

DECLARACIÓN DE INTENCIONES

Nos reunimos, charlamos, hilamos versos y somos libres. Somos mujeres, madres, tías, abuelas, hermanas, hijas, escritoras, amantes, trabajadoras, amas de casa, luchadoras, idealistas, soñadoras…

Nuestro hilo es la palabra, el verso nuestra arma y la lengua la artillería que usamos para defendernos.

Somos violetas. Y nos reunimos a tejer palabras con nocturnidad y alevosía. Quien nos quiera escuchar, que nos siga de cerca.

Sed bienvenidas y bienvenidos a esta nueva entrega de nuestro FILANDÓN VIOLETA.

*****

Cristina Sanz Guerra es una mujer que tiene mucho que decir. Es una maravilla escucharla, con esa voz dulce y ese acento suave mezcla entre gallego y extremeño. Hay algo de magia cuando una persona enseña su obra por primera vez. En este caso, queridos y queridas, os quiero presentar a una persona que no sólo escribe bien, engancha en su narrativa y hace que la lectura sea eso de “sólo una página más” hasta llegar al final sin levantarse del asiento. Cristina, además, es una persona que escribe con intención y así lo pone de manifiesto en su primera novela.

No me llames loco, no te llamaré idiota es el título de esta novela publicada por Viento Norte Editorial. Esta editorial que casi también acaba de nacer, se define como “un proyecto que nace con la intención de dar voz a autores con mucho que decir. Nuestro objetivo es publicar novelas que os hagan disfrutar, reflexionar, viajar y emocionaros; en definitiva: sentir.” Y vaya acierto que ha tenido en este caso. Porque la novela de Cristina tiene muchísimo que decir, hace disfrutar, reflexionar, viajar y, desde luego, emociona y mucho.

Cristina Sanz
© Verónica Hernández

Nacida en Bilbao por casualidad en 1974, se crio en Galicia gracias a las decisiones que tomaron otros.
El destino, la confluencia de circunstancias del todo incontrolables, hizo que estudiara psicología.

La vida le puso delante las oportunidades que ella aprovechó para dedicar su vida profesional a la infancia; al principio de manera precaria, intentando mejorar la vida de criaturas abusadas y/o ignoradas por la sociedad en Galicia, y desde hace casi veinte años como orientadora escolar en Extremadura. Actualmente asesora en la atención educativa a alumnado sordo.

Extremadura también le puso en su camino a su mujer, con la que ha formado una familia numerosa, con un niño, una niña, dos gatas y un gato.

Esta es su primera novela publicada.

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Esta primera novela de Cristina, que esperemos que no sea la última, es una preciosa composición coral a dos voces (más o menos) en la que los dos protagonistas nos ponen, en primera persona, sus vivencias, sus emociones y sus sentimientos a modo de diario. Adrián es un hombre de mediana edad con discapacidad intelectual y Jorge es un chaval con una enfermedad mental crónica que tiene que aprender a vivir con ella. Ambos ponen de manifiesto las bondades y las carencias del sistema asistencial que tenemos. Además, y una cosa muy importante, dejan claro que la sociedad suele infantilizar e institucionalizar a los adultos en estas situaciones cuando, en muchos casos, no es necesario. No son niños, aunque muchos les llamen niños. Y lo único que necesitan nuestros dos protagonistas es orientación y apoyo. Y que les dejen ser las personas adultas que son. Cristina tiene una empatía enorme. Y además, por su trabajo, conoce muchas personas con muy distintas situaciones. Por eso sé que Cristina sabe bien lo que dice. ¡¡¡Ha debido conocer tantas experiencias!!!

Por eso os animo a meteros en esta novela, que además es muy corta y se puede leer fácilmente en dos o tres tardes. Engancha y te metes de lleno en los personajes, poniéndote en la piel de ellos, ya que al estar narrada en primera persona les oyes hablar y explicar lo que sienten. Así es más fácil para el lector meterse en la piel de los protagonistas. Y desde luego, Cristina consigue que nos metamos.

La novela está disponible en la web de la editorial y si lo pides a tu librería seguro que te la consiguen sin mucha dificultad. Además, ya está también en algunas bibliotecas de España.

Continuamos nuestro filandón con una pequeña entrevista a la autora. Espero que sus palabras despierten en vosotros la curiosidad de conocerla mejor y la necesidad de leer su novela.

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Cuéntanos tus orígenes como escritora: desde cuándo escribes, qué te motiva, qué cosas escribes (aunque no sean todas públicas), qué te gustaría hacer en el futuro en este campo.

Escribo desde que tengo uso de razón, se podría decir que he escrito siempre. Lo que han ido cambiando son, precisamente, las motivaciones. Cuando era adolescente, o muy joven, escribía principalmente poesía como forma de expresión de mis emociones y vivencias; pero enseguida comencé con la narrativa: relato y novela corta. Aquí la motivación es distinta, por una parte, se trata de divertirse, lo cierto es que me lo paso genial escribiendo, y también es una forma de darle vida a historias que nadie ha escrito pero que te encantaría leer.

Mi futuro inmediato está ligado a la novela, ahora mismo es lo que me apetece hacer y es lo que hago.

Tienes una novela recién publicada y trata, además, de un tema muy concreto. Cuéntanos qué te llevó a escribirla y qué esperas de los que la leamos.

Cada proceso creativo es diferente, en mi caso siempre empiezo definiendo los personajes principales, una vez que éstos “existen”, elaboro la historia, planteando situaciones que le dan dinamismo a la narración, circunstancias que les alejan de su “zona de confort” y les obligan a tomar decisiones. En este caso, el primer personaje que definí fue a Adrián, simplemente porque quería exactamente eso, quería un protagonista con discapacidad intelectual; la literatura de ficción tiende a lo normativo, a personajes principales con los que la generalidad de las personas se pueden identificar, o, al menos, que pueden formar parte de su entorno inmediato y conocido. Yo quería algo diferente, quería dar voz en la ficción a unas personas eternamente olvidadas. De ahí que el contrapunto a Adrián se lo diera una persona como Jorge, con características diametralmente diferentes, pero también silenciado en la literatura y en la vida real.

Respecto a lo que espero generar en los lectores, me encantaría provocar emociones durante la lectura y reflexiones después de la lectura. Eso sería maravilloso.

Eres una mujer con muchas facetas, reivindicas tus creencias y además trabajas en el ámbito educativo y en un área que no siempre es cómoda. Y eres madre de dos niños y tres gatos. ¿Cómo consigues equilibrar todas tus facetas en tu vida?

Me preguntan eso a menudo, porque además tengo aficiones que exigen tiempo y dedicación; suelo contestar, más o menos en broma, que el secreto está en dormir poco. Más en serio, creo que tengo unas buenas herramientas para el manejo del estrés y una gran capacidad de concentración, en general, pienso que rindo bien y aguanto la presión sin pagar un precio excesivamente alto. Además me conozco bien a mí misma y cuando siento que estoy al límite (a veces pasa), paro.

Quiero una anécdota de tu libro, algo que te haya pasado y quieras compartir. Por ejemplo, cómo surgió la foto de cubierta, o lo que tú creas y te apetezca compartir.

A veces tenemos aficiones en las que incluso podemos pensar que no somos malas pero que no logran encontrar una salida, en sentido de que en el fondo “no sirven para nada”. Es mi caso con la plastilina, llevo haciendo figuras de plastilina toda la vida y la verdad es que no se me da nada mal, pero nunca le he visto más utilidad que hacer regalos a personas cercanas. En este sentido, me hace mucha ilusión que la portada incluya dos figuras de plastilina realizadas por mí, y no hace falta decir que la idea de usar este material, evidentemente, fue mía.

¿Qué le dirías a alguien que empieza ahora en el mundo de la escritura?

Le diría lo mismo que a alguien que empieza a jugar al ajedrez o al baloncesto, que si le gusta, adelante; otra cosa es que esa persona pretenda llegar a profesional o simplemente que le paguen por jugar, eso es harina de otro costal. En la literatura pasa lo mismo que en muchas otras disciplinas, merece la pena hacer siempre aquello que te hace disfrutar, pero eso no significa que vayas a ganarte la vida con ello, ni siquiera que seas capaz de llegar a ser bueno. No digo que no haya que soñar con la gloria, ni siquiera que no haya que intentarlo y dejarlo como una afición sin ninguna ambición, pero hay que ser muy consciente de que se trata de una actividad en la que muchos lo intentan y muy pocos lo consiguen, hay que estar preparado para no dejarse llevar por la frustración y seguir disfrutando.

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Cristina Sanz Guerra ha conseguido su propósito. Lo afirmo yo como lectora que he sido de su novela. Me ha provocado emociones durante la lectura y me ha provocado reflexiones después de la lectura. Por ello quiero darle las gracias.
Además, si queréis acercaros un poco más a ella, os dejo un par de entrevistas donde podréis escucharla y verla. Recordad lo que os comenté al principio de su voz :
Y para terminar, os dejo una pequeña muestra de su obra. Es lo que en la novela pone en la contra, pero es suficiente, al menos lo fue en mi caso, para decir: quiero más.

Espero, Cristina, poder seguir leyéndote con los años. Y que esta novela sea sólo la primera de muchas. Ojalá tengas todo el éxito que te mereces. Y más.

MUESTRA DE SU OBRA

«Eres muy raro, Jorge», me dijo sin parar de reír. Y yo le dije: «Claro, de eso se trata. Ya te lo expliqué, no veo las cosas como los demás, no me entiendo con la gente. ¿Ser raro no te parece peligroso?». Él paró de reír y me dijo: «No, eso no, raro no es peligroso, yo también soy raro. Mamá decía “diferente”, o “especial”, pero eso es lo mismo que “raro”. Pero yo no estoy loco y tú no eres idiota, somos raros, diferentes». «Te prometo que nunca te volveré a llamar idiota», le dije yo. «Te creo», contestó.

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TEJIENDO EN LA SOMBRA

Tejiendo y leyendo y escribiendo y viviendo y soñando y amando y… y todo lo que hago siendo todo lo que soy. Ahí estoy yo, detrás de este filandón violeta, intentando sobrevivir en una gran ciudad donde me siento hormiga, leyendo, escribiendo y recitando poesía, siendo madre, trabajadora y poeta de guardia, como decía nuestra querida Gloria.

Me llamo Pilar Escamilla Fresco y si quieres saber de mí búscame aquí: www.caradeluna.es

Pero ante todo lee poesía, lee poesía todos los días de tu vida.
Y si tienes hijos e hijas, léeles poesía.
Sin poesía, no hay vida.



domingo, 15 de mayo de 2022

Amor, neurosis y vida 3. Vuelo en el desierto

Publicación original: Amor, neurosis y vida 3. Vuelo en el desierto


Fuente: Shaun Tan

Al final de la nube, un halcón te ignora. Despliegas tus alas de nailon sobre el verde nevado. Vuela, vuela alto. Vete lejos donde los conflictos se hacen minúsculos y desaparecen bajo el microscopio. Ser una célula cancerígena que se reproduce por doquier y dejar de buscar el escrutinio sobre las mayúsculas en un puente elevado. Agarra tu mochila, que no se la lleven. Dentro cables, adaptadores y el cerebro de tu primer oso de peluche. Rescata esa pestaña suicida que se cuela entre tu nariz y tu labio superior. La barba negra, rizada, poblada. Recoge los cabellos que despejan la frente iluminada por el cansancio. Insatisfacción bronceada bajo un puente del Teleno al infierno. Un río de hadas que sobrevuelan cantos rodados y nieves perpetuas. Una torre se cruza en el infinito de tus pesadillas. Caminando entre chabolas que se cruzan con las luces perpetuas de la Castellana. Y cierras los ojos. Los párpados raspan granos de arena con las pupilas marrones que no quieren chillar. Es el desierto. Sudán a tus pies. Arena suave como polvo de talco tostado al sol. Se hunden los pies. Camuflas los dedos tras las sandalias de esparto. Llueve polvo. Llueve polvo. Y la arena se mezcla con la sed de tus labios resecos. Vuelves a tu cama. A la almohada de los deseos de aquella que no amas. A los sueños palpitantes de los sexos de todas las mujeres a las que amaste. A los ríos de pólvora que sembraste en plazas de grano de siglos pasados. Silencio. Silencio. Silencio. Crees que tu cabeza no puede más. Estallará y extenderá la metralla por todos los acantilados del Atlántico. Volar como un pájaro. Ser ese halcón que vuelve a ignorarte frente a ti. Las nubes bajas. Las sombras de los cuatro molinos de Don Quijote sobre el Parque Norte. Sentirte pequeño, encogerte, hundirte en el hormiguero que es el metro de Madrid. Vuela. El metro de Madrid vuela. Pero tú no vuelas. Inviertes tus días y tus noches en consumir lo que ganas, en beberte lo que queda de tus nóminas tras pagar el alquiler y las facturas. Zumo de cebada y lúpulo. Espuma. Charlas. La soledad entre los millones de vidas cercanas. Gente que te quiere. Gente que te llama. Gente que te habla. Demasiadas palabras. Te ahogan. Te ahogas. Cierras los ojos. Una playa inmensa ante tus pies, también descalzos. El silencio del mar calmo del meridiano. Olas pequeñas. Ni un alma. Y una arena esta vez blanca y suave. Ahora sí parecen polvos de talco. Hundes tus pies descalzos. Polvos de talco que tu madre, Margarita, usaba contigo y con tu hermano de pequeños. Ven, te dice, dame un abrazo. Hijo, no seas tonto, no dejes el trabajo. Hijo, ven a mi lado. ¿Estás bien? El Parque de los Reyes de España, unos columpios sin niños y la bicicleta atravesando la ciudad. Y la música perenne en tu cabeza. Simuladores de vuelo. Cuatro cuerdas. Seis cuerdas. Un ukelele, diez guitarras, una kalimba, un contrabajo, el ruido de las mudanzas sobre las pesadillas. Atrapar las pesadillas con una red india. Ventanas con vistas al infinito y más allá. Socorros sobre asfalto en carreteras de pago. Una motocicleta sin conductor. Los ruidos del tractor recogiendo los fardos de paja al acabar el verano. Las moras al lado del río. Meriendas con nocilla y chorizo. Baños sin ropa. Las chicas del pueblo crecen. Crecen sus cuerpos. Crecen. Aguadillas y besos robados sin oxígeno. No respires. Abrázame. Abrázame fuerte. Toma mi lengua en el paladar de tus encías. Vuelve el nailon donde los halcones hacen sus nidos. Aterrizajes sin señales de tráfico, stops ni direcciones únicas. Quizás el tobillo flojea pero no es hora de llorar. Los hombres no lloran. Los hombres no lloran. Los hombres no lloran. La plaza de Santa Ana, la fuente de los Siete Caños. Buscar tras los sauces las lágrimas que los hombres no derraman. Dos ríos para una ciudad de reinos visigodos. Que no me falte el aire. Mar y cometas sobre la playa. Células madre. Envejecer o vivir eternamente. Soñar que eres inmortal. Sólo puede quedar uno. Pero eso es falso. El cáncer avanza. Enfermedad del siglo XX. Enfermedad del siglo XXI. Cáncer sobre fondo rojo de puesta de sol en medio del desierto. La arena en dos copas de vino tras el cristal de la vitrina. Cuchillo bereber para partir los alimentos. Se me queman los pies. En la playa y en el desierto, el sol convierte los granos de arena en carbones de un incendio. Mover el cuerpo hacia la izquierda. No estarse quieto. La música de Riaño sobre un acantilado blanco. Cómo hacerla comprender que no la quieres de compañera. El amor duele. Te duelen las encías, te duelen la rodilla derecha, el tobillo izquierdo. Escaleras para un cuarto en piso compartido. Nubes, nubes y nubes. Estrellas sin polvo ni ceniza. Eccemas. Tu piel se cae como tus recuerdos. Vuelves al pueblo. Al fogón de la abuela. A los cuentos al pie de la cama. Al silencio de una noche plagada sólo de grillos. A salir a la calle tras el colacao y las galletas maría y recorrer las calles llenas de cagarrutas de oveja, pequeños conguitos que riegan el recorrido de la cañada. El lúpulo en la carretera. Volver al canal a mojar los pies y a bañarse desnudo. Cinco años y una guitarra hecha con hilos y una caja de madera. Cerrar los ojos. Descansar… simplemente.

Fuente: Shaun Tan


Las imágenes de este post son del libro «El árbol rojo» de Shaun Tan. Más información: Shaun Tan

Publicado originariamente en: Caradeluna.

Banda sonora de estos relatos: Neurosis


TEJIENDO EN LA SOMBRA


Tejiendo y leyendo y escribiendo y viviendo y soñando y amando y… y todo lo que hago siendo todo lo que soy. Ahí estoy yo, detrás de este filandón violeta, intentando sobrevivir en una gran ciudad donde me siento hormiga, leyendo, escribiendo y recitando poesía, siendo madre, trabajadora y poeta de guardia, como decía nuestra querida Gloria.

Me llamo Pilar Escamilla Fresco y si quieres saber de mí búscame aquí: www.caradeluna.es

Pero ante todo lee poesía, lee poesía todos los días de tu vida. Y si tienes hijos e hijas, léeles poesía. Sin poesía, no hay vida.

“Te buscaba con ansia”

Te aseguro que alguien se acordará de nosotras.”


Querida, no he podido despedirme de ti en persona porque fuerzas mayores me lo han impedido. Espero sepas perdonarme y comprenderme. Permíteme, no obstante, unas palabras que me hubiera gustado decirte en persona pero que han de ser, dadas las circunstancias, por este medio.


Como bien sabes, desperté a la realidad el día que cumplí 15 años y escuché a mis padres hablar de mi matrimonio. Tenían varios pretendientes, y estaban discutiendo la opción que más les interesaba. A ELLOS. No se habían siquiera planteado preguntarme. Desde el quicio de la puerta los escuchaba horrorizada y, casi sin poder creer lo que estaba oyendo, entré en pánico. Un pánico que me duró, bien lo sabes, hasta que llegué a tu casa. Tras la celebración familiar de la que no pude escabullirme me despedí y les dije que me iba a descansar. Mentí. Salí como pude de la casa familiar y huí todo lo rápido que pude. Había oído hablar de tu Casa de Servidoras de las Musas, y era en lo único que podía pensar. Me pareció el refugio más seguro.


Llegaste –te buscaba con ansia –, refrescaste mi pecho que ardía de deseo.”


Llegué sin más equipaje que mis lágrimas. Pero me acogisteis como si fuera una más de vuestras hermanas desde el primer momento. Fue traspasar el umbral y entrar en ese patio y sentir que la palabra hogar tomaba, por fin, todo su significado.


En tu casa aprendí muchas y muy valiosas cosas. Me quedo con dos: la poesía y la escucha activa.


Me recibieron dos muchachas. Una era menuda, de ojos castaños y vivarachos. Me sonreía, como si con su sonrisa pudiera calmar los nervios y los miedos con los que entraba. La otra era alta, muy rubia, con los ojos claros, parecía una diosa. Me gustó la cercanía de la primera y la belleza de la segunda. Se presentaron. La primera se llamaba Atis. La segunda Níobe. Me cogieron de la mano y me acompañaron para asearme, darme ropa limpia, y llevarme a mi cuarto. ¡Mi cuarto! Me ofrecisteis un cuarto, la paz que necesitaba, y la cercanía de todas esas mujeres que parecían no tener nada en común, pero que hacían andar la Casa con los engranajes bien cuidados.


Los primeros días me dediqué a observar. Me gustaban las reuniones donde mujeres como tú se dedicaban a enseñar sin dar clases, en una conversación sosegada con otras muchachas que atentas debatían y escuchaban. Pronto me di cuenta de que el lenguaje, en la Casa, era la llave que abría cualquier cerradura y cualquier corazón.


Atis me acompañaba enseñándome los rincones de toda la Casa y me explicaba hasta donde creía que debía explicarme. No pude resistirme a esos ojos...


Me enamoré de ti, un día lejano, Atis. Me parecías una niña desgarbada y menuda.”


Así, quise hacer como tú y llamar a la diosa Afrodita para que bajase en su áureo carro llevado por gorriones, para que me escuchara e intermediase entre ella y yo. Bien sabes que no pudo hacer nada, mi cobardía no le dejó avanzar demasiado.


Me hubiera gustado hundirme en su pecho y usarlo de almohada como tantas veces os escuché mientras recitabais los versos que tanto me estremecían.


Durmiendo en el pecho / de una tierna amiga.”


Pero siempre dormía sola. Desconozco si Atis fue consciente del nerviosismo de mi piel cuando ella me tocaba, pero ahí estaba... y me costaba horrores disimularlo.


Se han ocultado ya / las Pléyades, la luna: mediada está la noche, / la hora propicia escapa, / yo duermo sola.”


De noche, sola en mi cuarto, soñaba con ella y me preguntaba dónde andaría, con quién, qué pensaría y si podría ser yo el objeto de sus versos. Mi escaso talento para la poesía pronto quedó en evidencia. Era capaz de admirar los cantos de nuestras hermanas, pero no era capaz de componer nada, un nudo en la garganta y en el estómago se hacía inmenso cuando deseaba traducir a palabras mis emociones... y sólo podía callar.


Mas de tocar el cielo inabarcable no me creo capaz.”


Pero no sólo soñaba con sus versos. Deseaba acariciar su vientre blando y suave. Se me antojaba como el mejor lugar donde alojar mis cabellos. Y me hundía entonces, confundida, en mi cama buscando con el sueño olvidar ese torbellino que me atoraba los sentidos y me dejaba muda y absorta frente a ella.


Eros ha sacudido mis entrañas / como un viento abatiéndose en el monte / sobre las encinas.”


Durante los días no podía más que buscar su sombra entre los muros y los árboles. En las reuniones la miraba de reojo buscando algún signo de que también ella me observaba. Creí sentir algo que no pudo ser verdad. Ella sólo tenía ojos para Níobe. Lo supe una mañana que vi a Atis salir del cuarto de Níobe antes del alba.


Si se ha desbordado la cólera del pecho, / preciso es vigilar / la lengua que ladra atolondrada.”


Dejé de participar en las reuniones, dejé de escuchar poemas al atardecer. Sólo podía pensar que quería estar sola, dormir sola, morir sola...


Te diste cuenta rápido. Nada parecía escapar de tu ojo observador. Te acercaste a mí un día después de la comida y empezaste a hablarme. Era la primera vez que hablabas directamente conmigo. Yo siempre te había observado y escuchado, y pensaba que tú no nos veías más que en grupo. Pero ese día me sorprendiste. Qué buena observadora eres. Desde el primer día me describiste los movimientos que yo pensé que nadie me notaba, y también sabías perfectamente por qué ahora ya no me sentía pletórica sino apagada. Me cogiste de la mano y me explicaste que el mar está lleno de peces. Que Atis y Níobe se han encontrado la una a la otra, que eso me tenía que hacer feliz porque ellas eran felices. Yo te miré perpleja. “¿Cómo puedo encontrar un pez para mí?” - te pregunté. Y me respondiste con la mirada llena de dulzura: “Deja de buscar, cuando dejas de buscar es cuando finalmente encuentras lo que necesitas”.


Puede que tengas razón, pero han pasado ya varios meses y yo sigo igual, sin poder siquiera mirar a Atis, o a Níobe, o a ti, o a cualquiera de nuestras compañeras de la Casa. Sólo puedo pensar en estar sola. Por eso he decidido huir lejos. Aún no tengo claro dónde me dirigiré. Intentaré poner mar y tierra entre nosotras. Si con el tiempo me siento más cómoda en mi piel, volveré. Mientras, trataré de encontrar la manera para superar este dolor que tanto me atormenta.


Sobre un blando almohadón / te acomodaré los miembros”


Gracias por abrirme las puertas de tu Casa.


Siempre tuya,


Leto


Nota de la autora: los textos entrecomillados son de Safo en la traducción de Aurora Luque.

LUQUE, A. Safo: Poemas y testimonios, Barcelona, Acantilado, 2020





domingo, 1 de mayo de 2022

Olvido Andújar en el Filandón violeta

Publicado originariamente en: Olvido Andújar en el Filandón violeta

FILANDÓN VIOLETA

DECLARACIÓN DE INTENCIONES

Nos reunimos, charlamos, hilamos versos y somos libres. Somos mujeres, madres, tías, abuelas, hermanas, hijas, escritoras, amantes, trabajadoras, amas de casa, luchadoras, idealistas, soñadoras…

Nuestro hilo es la palabra, el verso nuestra arma y la lengua la artillería que usamos para defendernos.

Somos violetas. Y nos reunimos a tejer palabras con nocturnidad y alevosía. Quien nos quiera escuchar, que nos siga de cerca.

Sed bienvenidas y bienvenidos a esta nueva entrega de nuestro FILANDÓN VIOLETA

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Olvido es mirada y es palabra. Su acento suave, su voz melódica, nos llevan a abrazar esos vinilos que sin duda escuchamos en clave de jazz. Porque Olvido es música, como su primer poemario que si ya por él sólo es muy potente, si se le pone la banda sonora que ella misma nos sugiere, nos eleva más allá de las páginas, hacia un mundo donde no hay motores silenciosos, sólo cuerdas, percusiones y una voz que todo lo invade.

Pero antes, y como siempre, unos breves apuntes biográficos de nuestra protagonista de hoy, para que sepáis de quién hablamos. 

Olvido Andújar

Olvido Andújar es la autora del poemario En clave de jazz (Editorial Lastura, 2020). Ha publicado relatos y poemas en diversas antologías, revistas y fanzines. Participa en recitales de poesía y ha recibido varios premios de poesía y relato corto. Es socia de la asociación feminista de mujeres poetas Genialogías, miembro del colectivo feminista de poetas Sororidades y escribe en Pikara Magazine la columna mensual sobre poesía titulada “Pikara Poétika”. Como aficionada al cine y al jazz, colabora con el podcast El cantor de jazz, con la sección “Luces, cámara, ficción”, sobre los espejos del jazz en el cine y la literatura. Como lectora y docente, forma parte del equipo que realiza el podcast Utopedia. La comunidad de los libros, acerca de literatura y educación.

Es profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid y académica correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, correspondiente de la RAE en Estados Unidos.

***

El año que la pandemia que aún nos afecta, aunque ya sea residualmente, borró de nuestras vidas, Olvido Andújar publicó su primer poemario titulado “En clave de jazz”, con la valiente editorial Lastura, capitaneada por Lidia López Miguel. Este poemario entró de manera silenciosa en mi casa. Es de formato pequeño, como Olvido (ya sabemos que los perfumes más caros y más preciados van en tarros pequeños), y al abrirlo empezaron a sonar sus palabras, su voz y las melodías de las canciones que nos propone para escuchar y acompañar la lectura. Y se quedó. Lo he leído dos veces, y en cada una de ellas he sentido cosas distintas, he visto a una Olvido distinta y he vivido distinto. Cuando lo leí en 2020 en la soledad de mi cuarto, sentada en mi cama y con pocas ganas de vida, Olvido me regaló lo que me faltaba: ganas de vivir. 

Lo leí por segunda vez cuando Rafa Mora y Moncho Otero le dedicaron su ciclo “Versos sobre el pentagrama” del Café Libertad 8. Ahí sentí a una Olvido valiente, que se desnuda página a página. Conozco parte (sólo una parte) de su historia personal. Y el resto, lo intuí en cada verso y en cada silencio.

Olvido Andújar no sólo es una mujer capaz de convertir la palabra en música y la música en palabra. Es, además, una de las mujeres más bellas que conozco. Hace unos años tuve el honor de hacerle una sesión de fotos (la foto que acompaña este artículo viene de entonces). Su mirada oscila entre eléctrica y suave, sensual e inocente, pícara y confiada. Una mujer increíble que, desde luego, tenéis que conocer, leer y escuchar.

Siguiendo la dinámica de esta sección, Olvido Andújar ha respondido a mis preguntas con la inteligencia y la agudeza que le caracterizan. Leed a continuación sus palabras y decidme que no os parece realmente fascinante. 

¿Qué es para ti la poesía?

Para mí la poesía es necesaria. Y, si me apuras, como decía Gloria Fuertes, que para mí es una referente a la que acudo siempre que necesito que entre luz en la casa, “obligatoria”. Ella lo decía mucho más bonito:

La poesía no debe ser un arma,
debe ser un abrazo,
un invento,
un descubrir a los demás
lo que les pasa por dentro,
eso, un descubrimiento,
un aliento,
un aditamento,
un estremecimiento.
La poesía debe ser
obligatoria.

A mí la poesía siempre me ha respondido preguntas que, a veces, ni siquiera sabía que tenía. Pero estaban ahí. También me ha abrigado cuando tenía frío o me ha helado la sangre cuando estaba, o cuando creía que estaba, bien tapada, demasiado. La poesía, sobre todo, me ha cuestionado, me ha interpelado, me ha zarandeado. Pero también me ha dado consuelo, me ha ayudado a llorar y exorcizar bien todos los demonios, me ha protegido del maltrato y del narcisismo, me ha acompañado en los duelos y también me ha hecho reír. Porque la poesía también sabe sacarte carcajadas mientras te clava un puñal en todo lo que hasta ese momento dabas por sentado.

Además, la poesía, como la literatura y la filosofía, nos hace más tolerantes, más abiertos, más dialogantes. 

De todos modos, de entre todas las definiciones con las que puede vestirse la poesía, yo me quedo con “necesaria”.

La lectura de poesía es minoritaria, ¿cómo convencerías a alguien que dice que no le gusta la poesía para que se introduzca en su lectura?  

Antes que poeta, soy profesora. Hay un poema de Dulce María Loynaz que me gusta mucho:

Y dije a los guijarros:

– Yo sé que vosotros sois las estrellas que se caen.

Entonces los guijarros se encendieron, y por ese instante brillaron – pudieron brillar…

– como las estrellas.

A mis clases siempre llevo “cerillas” con la esperanza de encender guijarros, o de montar una fogata y que toque alguna tecla, que queme prejuicios, lo eche todo abajo y renueve ideas. Además de una responsabilidad enorme, quienes nos dedicamos a la docencia (en cualquier etapa), tenemos la suerte de tener también un altavoz, un micrófono, una tarima desde la que enseñar más cosas que cómo se hace un análisis sintáctico o una regla de tres, que no digo yo que no sea importantísimo. Pero me fascina que también podamos hablar a nuestras y nuestros estudiantes de quiénes son, de que hubo mujeres filósofas contemporáneas de Sócrates, podemos darles a conocer la obra de Begoña M. Rueda o Miguel Martínez López y conectarla con cómo navegan en Internet, cómo han vivido la pandemia o qué preguntas se hacen cuando algo les defrauda. 

Y, como me considero profesora mucho antes (y mucho más) que poeta, me cuesta mucho desligar la docencia. O mi modo de ver la enseñanza. Y hasta cuando no lo pretendo, me pasa. Por ejemplo, mi poemario En clave de jazz ha sido acogido por lectores de poesía que no eran aficionados al jazz. Y me he encontrado con la sorpresa de que luego me han escrito para decirme que han aprendido de música, que han descubierto a tal cantante o a cual pianista gracias al libro. Y eso me ha llenado de ilusión. Concebí el libro para que tuviera el sabor de una charla distendida en casa. Esas noches eternas en las que vas encadenando temas de conversación y hay música siempre de fondo. El disco se termina, te levantas a poner otro y lo presentas a tus acompañantes brevemente. “Vamos a escuchar a una saxofonista que es maravillosa. Qué vida tuvo. Grabó con tal sello y con cual banda…” 

Pero también me ha pasado al contrario. Se han acercado al libro amantes del jazz que no leían habitualmente poesía. Y esa ha sido la segunda gran sorpresa. Me decían que habían comprado el libro y que me escribían para decirme que no leían poesía, pero que algún poema les había llegado, por uno u otro motivo. Repetían mucho que era “inteligible”, como si la poesía no lo fuera. Y aquí tenemos que cuestionarnos mucho. Se trata de “descubrir a los demás”, como decía Gloria. No creo en una poesía oscura y elitista. Esos poetas, que no esa poesía, no me representan. Yo creo firmemente que la poesía ha de llenar de luz lo que antes estaba a oscuras. Así que iluminar a músicas y músicos de jazz y hacerlos asequibles a quienes no conocían, a quienes un día confiaron en leer mi libro, ha sido una maravilla y un regalo. Y lo mismo sucede con quienes, después de la lectura, han acudido a otras y otros poetas.

¿Cómo integras la poesía en tu día a día y en tus obligaciones personales y laborales?

Como te decía, antes que poeta, soy profesora. Pero es que además tengo la suerte de ser profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid. Yo no sé desligar la literatura de mi profesión, porque mi profesión es enseñar a trabajar con la lengua y con la literatura. Trabajo con la creación de textos literarios, con cuentos, con poemas, con dramatizaciones… Mis estudiantes crean, pero también lo hacen mis compañeras y compañeros de trabajo, entre quienes hay excelentes poetas que, además, son amigas y amigos. Tengo la enorme fortuna de trabajar, por ejemplo, con Begoña Regueiro, una poeta excepcional. Además de ser una de las mayores expertas de la Didáctica de la Literatura, es la responsable del grupo de investigación ELLI, al que pertenezco. Así que compartimos asignaturas, investigaciones, charlas y recitales, a veces improvisados en un acto final de un seminario. Tenemos despachos muy cercanos, nos cruzamos en los pasillos, compartimos cafés y proyectos. Y es un milagro de vida.

¿Qué le dirías a alguien que empieza ahora en el mundo de la escritura poética?

Que lea mucho y que no tenga prisa en publicar. Publiqué “En clave de jazz”, mi primer poemario en solitario, unas semanas antes de cumplir cuarenta años. Y no me arrepiento. Creo que la poesía, como el vino, necesita tiempo para macerar. Veo a mucha gente joven con mucha prisa por acumular muchos libros publicados. Yo creo que hay encontrar nuestra propia voz, que luego nos dirá qué palabras tachar y qué páginas romper. Se es poeta, sobre todo, por lo que se tacha, más que por lo que se deja y se publica. Y para encontrar esa propia voz que nos permite darnos cuenta de qué tenemos que tachar y qué tenemos que dejar, no hay otra vía que el aprendizaje a través de otras voces. Muchas. Todas las voces posibles. Y para ello hay que leer. Que lea, que lea mucho. Que tache más de lo que deje. Que reescriba. Que pode. Que lea mucho y a muchas voces diferentes de épocas y países diferentes, porque cada una tiene algo (o mucho) que enseñarle. Y que sea humilde. Solo desde la humildad podemos aprender. Y quien cree que no tiene nada que aprender es mejor que se mire bien por dentro. Y si, finalmente, la poesía es un acto de amor, entonces, que ame, que ame bien, de forma generosa.

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Olvido Andújar se define como docente antes que poeta. Pero eso es lo que ella dice. Yo no he estado en ninguna de sus clases, pero sí he tomado vinos y cafés con ella, y me la imagino haciendo de sus clases puros actos de poesía. Porque ella, las cosas, no las hace a medias. 

Os dejo un par de poemas leídos por ella. Escuchadla y entenderéis lo que os quiero decir con eso de su voz, la música y demás. El vídeo de la presentación del poemario en Entredós es largo, casi una hora. Pero os recomiendo que os sentéis en el sofá y lo disfrutéis. Porque es maravilloso.

Y como todos los artículos de mis Filandones Violetas, os dejo una pequeña, pequeñísima muestra de su poemario. Algo con lo que apenas se os abrirá el apetito, espero, y os lanzaréis, como haría yo, a las librerías, a las bibliotecas o a la propia editorial a comprar este libro tan pequeño como poderoso y potente.

Espero, querida Olvido, que no sea tu último poemario. Y espero, amiga mía, seguir con esos vinos y esos cafés mientras charlamos de todo lo que nos apetezca. 

MUESTRA DE SU OBRA

STARDUST 
CARMEN MCRAE
 

Un día rompes un jarrón. 
Por ira o por torpeza, 
pero lo rompes. 
Después te arrepientes, 
te sientes mal, 
compras todos los pegamentos 
en la ferretería de la esquina, 
le pides perdón, 
—por si acaso los jarrones rotos 
fueran sensibles a las disculpas—. 
Pero el jarrón sigue roto, 
hecho añicos, 
polvo de estrellas. 
Y tú tienes que aprender a vivir 
con la angustia de saber 
que tienes la terrible capacidad 
de romper jarrones, 
por ira o por torpeza. 


FLY ME TO THE MOON 
COUNT BASIE 


Yo nunca había pisado la Luna 
ni tú habías dejado besos en la alambrada. 
No fuimos titular del New York Times. 
Exhibían el índice y olvidaban el cielo 
que nos prometían detrás de las ventanas. 
No vimos que teníamos la primavera 
brotando en cada rincón de la casa. 
Para ver los detalles de algunas pinturas 
hay que alejarse unos pasos o una vida. 
Entonces surgen en las arrugas de una mujer 
el hijo muerto, el abuso, el amor perdido. 
Creí que tampoco había viajado a lomos de una estrella 
hasta que me separé unos años de las fotos. 
La Luna siempre había estado en tu lado de la cama. 

(En clave de jazz, Editorial Lastura, 2020)

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TEJIENDO EN LA SOMBRA

Tejiendo y leyendo y escribiendo y viviendo y soñando y amando y… y todo lo que hago siendo todo lo que soy. Ahí estoy yo, detrás de este filandón violeta, intentando sobrevivir en una gran ciudad donde me siento hormiga, leyendo, escribiendo y recitando poesía, siendo madre, trabajadora y poeta de guardia, como decía nuestra querida Gloria.

Me llamo Pilar Escamilla Fresco y si quieres saber de mí búscame aquí: www.caradeluna.es

Pero ante todo lee poesía, lee poesía todos los días de tu vida.

Y si tienes hijos, léeles poesías.

Sin poesía, no hay vida.