“I disregard the proportions, the measures, the tempo of the ordinary world. I refuse to live in the ordinary world as ordinary women. To enter ordinary relationships. I want ecstasy. I am a neurotic — in the sense that I live in my world. I will not adjust myself to the world. I am adjusted to myself.”
Anaïs Nin
Soy de naturaleza neurótica. Me pueden definir muchos trastornos y se me pueden poner -y se me han puesto- muchas etiquetas: obesidad, ansiedad, depresión, insomnio, suicido, trastorno obsesivo compulsivo, distimia, ingesta compulsiva… podría seguir y poner unas cuantas más. En verdad creo que lo que me define mejor no es tanto lo que me han dicho que soy o lo que siento que soy, como lo que son quienes me rodean. Me gusta el amor. El amor en todas sus dimensiones. Amo a las personas que por méritos propios han entrado en mi vida y se quedan, quieran o no quieran. Estas personas son las más creativas, las más pasionales, las que me llenan y vacían de energía y de vida. Amo a quienes me inyectan de locura, su locura me nutre y me hace estar más viva, a vivir de forma más intensa. Ya lo decía Bukowski: «Alguna gente no enloquece nunca. Qué vida verdaderamente horrible deben tener.» Os amo por hacer mi vida plena.
Empiezo hoy a compartir con vosotros y con vosotras, que me leéis desde este sitio que es MasticadoresFEM, un proyecto personal. Publicaré textos sobre algunas de estas personas a las que no puedo evitar amar y sobre sus locuras.
Acompaña una playlist de Spotify que crece con cada publicación:
Neurosis.
Hoy empiezo con alguien muy especial: mi extremo consecutivo. Espero que os guste.
Amor, neurosis y vida 1. Extremos consecutivos
Compartimos un colacao con las rosquillas que ayer estuvo haciendo la abuela Edisa. La leche hierve en el hornillo mientras la abuela la observa con mimo. Te ofrezco mi mano de neurótica creativa. Me entrego a la vida con ganas de perderme en el laberinto de las emociones que una infancia compartida diluye en el olvido. La litera de arriba, los cascos y un radiocasette que cae sobre quien duerme. El insomnio. Vuelve tu estómago al mío. Las croquetas de cocido, la leche frita, el pollo a l’ast con coles de bruselas y zanahorias rehogadas. Vomitar. Correr. Comer. Vuelta a empezar. Programar una pantalla negra para que lance colores fosforitos aleatoriamente cada segundo. Volar estirando los brazos al ritmo de Big in Japan. Revolver tus cosas para robarte los discos de U2 y Depeche Mode. Tu guitarra rota y reparada. Unas cuerdas que vienen a mi encuentro con la melodía del Romance Anónimo. Las notas en los márgenes de los libros de Miller y Nin. Bach a todo volumen, Bach en mi conciencia, Bach en mi recuerdo. La Chacona en modo obsesivo a todas horas y en absolutamente todas sus versiones disponibles. El silencio. Callar y no hablar. Más silencio. Fumar y cocinar. Canela. Una cerveza en mi nevera siempre esperándote. Tus ojos fieles, sencillos, vivos. Siempre a mi lado, siempre ayudando. Volver. Que veinte años no son nada. Empezar a hablar. Escuchar. Empezar y no parar. Un tercero cerca de mi casa. Jugar en el jardín. Las barbacoas. Tú al fuego con las pinzas y la carne y la verdura, siempre atento a la parrilla. El teléfono. Saber que estarás cuando no esté yo. Tenerte. Agradecerte. Intentar cuidarte. Sencillamente, amarte.
Tejiendo y leyendo y escribiendo y viviendo y soñando y amando y… y todo lo que hago siendo todo lo que soy. Ahí estoy yo, detrás de este filandón violeta, intentando sobrevivir en una gran ciudad donde me siento hormiga, leyendo, escribiendo y recitando poesía, siendo madre, trabajadora y poeta de guardia, como decía nuestra querida Gloria.
Me llamo Pilar Escamilla Fresco y si quieres saber de mí búscame aquí:
www.caradeluna.es
Pero ante todo lee poesía, lee poesía todos los días de tu vida.
Y si tienes hijos e hijas, léeles poesía.
Sin poesía, no hay vida.