LECHUGA
Con el comienzo del curso comencé a verte todos los días en el recibidor. Cada vez que me veías aparecer por el portal tu mano alzada empezaba a saludarme de la manera más siniestra que podía imaginarme.
La primera vez que te vi, no recuerdo la fecha exacta, retrocedí y salí del edificio para asegurarme de que había entrado en mi portal y no en otro. No, efectivamente no me había equivocado. Volví a entrar intentando no hacer ni ruido al andar y pasé de lado esquivando tu mirada fija e intentando no acercarme mucho a la mesa donde estabas sentado.
Después de ese primer día, tu presencia diaria en el recibidor me hacía sentir pánico. Algo había en ti que sólo sentir tu presencia, aunque no te mirase, ya me revolvía. En cambio, tú estabas siempre ahí, quieto, con esa sonrisa perenne, esos ojos asimétricos y saludando como si no percibieras mi rechazo.
A la semana empecé a tener pesadillas. Soñaba que despertaba y estabas a mi lado, sentado en mi mesilla de noche y me mirabas fijamente, y tu brazo me saludaba. Siempre me saludaba. Y yo sentía ese saludo caer sobre mi pecho como si me golpearan con un martillo.
Tres semanas. Aguanté tres semanas. Cuando empecé a despertarme gritando y sudando decidí tomar medidas. Me puse la bata y las zapatillas. Cogí las llaves y en lo más silencioso de la noche, bajé con una bolsa de basura. Ahí estabas, saludándome y sonriéndome. Te metí en la bolsa lo más rápido que pude e intentando no tocarte. Hice un nudo fuerte y corrí a la calle. Alcancé los contenedores como si me fuera la vida en ello. Te lancé en el primero que vi, sin fijarme si era de envases, vidrios o de qué. A esas alturas me daba igual. Sólo quería una cosa: tu desaparición. A la mañana siguiente, por fin, me desperté sin recordar ningún sueño. Buena señal, me dije.
Cuando volví del trabajo, respiré profunda y tranquilamente al no ver nada en el recibidor. Pensé que debía comprar una maceta y poner alguna planta de interior. Seguro que los vecinos lo agradecerían. Y seguro que nadie te echaría de menos. Llamé al ascensor. Cuando las puertas se cerraron y fui darle al botón de mi piso, vi tu foto mirándome fijamente. Cuán equivocado estaba. Sí te habían echado de menos.
“GATO PERDIDO
El día 2 de Octubre se perdió nuestro gato persa (lo de persa es por las letras chinas del pecho, y por lo de MADE IN CHINA). Solía estar en el portal saludando a los vecinos, mensajeros y visitantes que llegaban a nuestras casas, responde al nombre de Lechuga.
Aunque su aspecto físico no es muy bueno, no se asusten, le gusta rebozarse por la hierba y le da mucha pereza limpiarse, es un gato peculiar.
Cualquier información al respecto será de agradecer.”
Pilar Escamilla Fresco
(Basado en hechos reales, con finales alternativos)
Relato creado para el Boletín número 5 de la Asociación Vecinal Placirivas.
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