domingo, 7 de febrero de 2016

Ella no es tu fábula

Una puerta abierta en un despiste
y cuatro cuerdas se cuelan bajo tus yemas.
Bajo las sábanas huele a vainilla.
La contemplas desde lejos.
Sus labios quieren sonreír pero están tristes.

Ella te mira desde su esquina
con ojos llorosos y con hipo.
Te sientes pobre y le devuelves,
con esfuerzo, su amago de sonrisa.

Quieres abrazarla, ella siempre se deja,
y tus alas la envuelven en silencio.
Respiráis hondo mientras los latidos de su pecho
salen desbocados y se tiran por la ventana.
Es un quinto piso.
Cuando llegan abajo son sólo eco.

Al otro lado del pasillo
se oye el mar rompiendo con tu espalda.
Se puede percibir un no-grito
al cerrar los ojos.
Entonces ella se convierte en agua,
su cuerpo se hace lluvia
con mocos y sin pestañas.
El hipo vuelve.
Se ahoga.

Y el viento brota de las rocas
que paren las montañas más altas.
Miras hacia el infinito y al final
dos águilas te miran.

Encendió el tiempo hasta ti.
Erais cabeza desnuda sin nubes.
Ella se hizo sangre sin herida.
Tú te hiciste sombra sin cuerpo.
Despertasteis juntos, aún a oscuras.
Las mariposas dormían en el jardín,
y una libélula quiso colarse
entre vuestros cuerpos en grito.
Eran caricia y lengua de aire mojado.
Eran gemidos y risas de gotas evaporadas.
Pero seguías triste como animal de piedra.
Ella callaba.

Más allá, el corazón empezó a llorar miedos.

Las manos durmieron.
Las lenguas callaron.
Cada cuerpo volvió a su hogar.
Os hicisteis polvo de nada.

Debimos estar locos al pensar
que el hombre-pájaro y la mujer-pez
fueran capaces de crear su fábula.
Fuera de sus cuentos, se mueren.

Pilar Escamilla Fresco



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