Siempre me ha sorprendido que en pleno siglo veintiuno
aún haya gente buscando en contenedores
envoltorios que otros desechamos pero que conservan
pegados en su interior, restos de comida.
Me cuenta una mujer llamada Carmen,
que cuando ella era apenas una niña,
tras la Guerra Civil, buscaba en las basuras,
en el Bario de Salamanca preferentemente,
mondas de patata, de manzana, de zanahoria
porque en Madrid no había nada si nada tenías.
Mi abuela me cuenta que ella tuvo más suerte.
En el campo, aunque nada tuvieras,
la solidaridad de los vecinos nunca faltaba.
Y no hay que olvidar que es en el campo
donde los agricultores y ganaderos trabajan.
Ayer a mi hija se le cayó al suelo su merienda.
Se llenó de tierra y lo tiramos a la basura.
Le compré algo que lo sustituyera,
y continuamos hacia el parque a pasar la tarde.
A nuestro regreso, la papelera estaba vacía.
O los basureros trabajan en Agosto a las siete de la tarde,
o nuestro sándwich ha tenido nuevo dueño.
Lamentablemente, esta vez no me sorprendió.
Simplemente constaté el hecho y lo anoté en mi memoria.
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