Hoy Madrid se ha despertado tapada por una espesa manta de niebla,
niebla que borra las huellas del ayer
y que oculta el hoy que ahora empieza a despertar de madrugada.
El perfil de una ciudad presidido por Cuatro Torres vigías
que llaman a todos los oficinistas a empezar un nuevo día
aún cuando nadie quiere atravesarla.
Madrid tiene venas en forma de vías, arterias que son calles,
que recorren sus entrañas llevando vidas dormidas,
vidas lejanas unas de otras, vidas paralelas que no se cruzan,
llevando almas en pena de un lado a otro de su piel.
Madrid se adueña de las legañas de sus habitantes
y deja dormidos en los rincones más olvidados
a quienes sueñan con un mundo menos distante, más cercano.
Ciudad de más de cuatro millones de almas que vagan
por las calles hacia un presente que entre los dedos se escapa,
como la niebla etérea que hoy la cubre entera.
Madrid te arranca el corazón con soledades angustiadas,
pero también te lo devuelve con el calor de sus bares.
Vuelvo a Madrid cada mañana para sentirme devorada
por esa boca enorme de la cotidaneidad de facturas obligadas,
que algún día nos llevarán a ser nada,
cuando el sistema quiebre, cuando ya nada valga nada.
Y en silencio toco sus calles, el polvo de sus aceras,
me miro en el reflejo de sus escaparates aún dormidos,
y el silencio de la niebla con que hoy ha despertado,
y que impide ver desde casi cualquier punto de sus calles,
esos cuatro gigantes temibles distantes
que nos recuerdan a diario lo pequeños que somos,
y que nos engullen llenándonos el cuerpo de vértigo, miedo y soledad.
Pero también hay un Madrid rojo sangre, vivo de cafés, música y canciones,
un Madrid donde la gente cede sueños en plazas que habitan indignados
y bibliotecas al sol de libros donados con bibliotecarios voluntarios.
Madrid te abandona un día, y al otro recoge tu cuerpo deshecho
y trata de rehacerlo con sumo cuidado, pieza a pieza.
Madrid te llama, y te echa de su lado como amante despechada
sintiéndote extranjero en tu casa, si otra ciudad osas amar.
Madrid se llena de miradas incrédulas,
y de noche los sueños que no recuerdas
se pierden en divanes de analistas terapeutas que quieren llegar
donde no llega ni tu memoria ni tu conciencia.
A Madrid se llega, se va, se viene.
En Madrid te quedas, amas y sueñas.
Madrid es la ciudad donde las paradas de metro fantasmas
te llevan en un relámpago al Chamberí de nuestros abuelos,
a los anuncios que acompañaron la infancia de nuestros padres.
Pero la mirada de ese chica con la que te cruzas en el andén
y que se pierde después del toque de silbato,
te devuelve a la realidad cotidiana donde cada mañana
madrugas sin quererlo para encerrarte entre el cielo y el suelo,
y donde tu vida caduca tras la niebla espesa y borrosa
con la que hoy ha amanecido esta ciudad inmensa, horrible y a la par hermosa.
Pilar Escamilla Fresco, Diciembre 2011
+1 ;)
ResponderEliminar¿Puedo compartirla?
Por supuesto. Sé libre de compartirla con quien te plazca. MUAKS
ResponderEliminarPor cierto: me alegro de que te guste.
ResponderEliminar