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Feliz lectura.
Este poema tiene una dedicatoria especial: al hombre libre. Al hombre que vuela libre, que ama libre, que sueña libre, que vive libre.
Quinto poema
Caminé despacio por el sendero milagroso de tu cuerpo.
Lo miré; pedí silencio, pedí clemencia;
silencio por acaparar cada gemido de tu voz,
clemencia por desear poseer cada poro de tu piel;
y susurraste
(silencio, silencio, no dejes que te oigan)
y suspiraste
(calla, calla, que no puedan escucharte);
y cruzamos nuestros ojos hacia el infinito...
Caminamos despacio por el sendero milagroso de nuestros
cuerpos.
Siembra, me dijiste, con tus deseos los míos;
riega, me pediste, con tus palabras mis sueños.
Y sembré con mis deseos los tuyos,
y regué con mis palabras tus sueños...
Florecimos;
dijiste que me mostrarías de qué color son las nubes:
son del color del arco iris,
de dulzura,
de amor,
de odio encubierto,
del sentimiento escondido tras tu intensa mirada
(me miras, me miras,
y un escalofrío recorre toda mi espalda
sólo porque me miras, sólo porque me miras).
Y sonreímos,
y soñamos,
y olvidamos,
y bebemos siempre de la misma fuente del presente
(no pensemos, no pensemos,
que el futuro existe,
que el pasado existe).
Y me sonríes,
y me sueñas,
y me olvidas.
Caminaste despacio por el sendero milagroso de mi cuerpo.
Muéstrame, te pedí, el fruto de tus caricias.
Y me ofreciste un árbol maduro de cariño...
Y me amaste
en el silencio de una noche;
y me odiaste
por el recuerdo de un deseo;
y me soñaste
caminando despacio por mis sueños,
atrapándolos...
Y robándomelos.
Tómalos, te dije, te pertenecen.
Y soñaste conmigo
más allá de mis sueños o de los tuyos.
Pilar Escamilla Fresco
Me ha encantado, unha aperta
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