miércoles, 8 de febrero de 2012

Alicia y el café

A Alicia le gusta escribir en su cuaderno todo lo que vive, y a veces lo que vive es bonito, a veces no tanto. Alicia está en un teatro-café. Le gusta revisar el efecto óptico que produce la pintura de la pared. El espacio, planetas y satélites raros, una ciudad futurista, y borlas con forma de gatos doradas. Juego óptico que hace que los gatos sólo aparezcan si miras rápido, de refilón, sin fijarse. Hay zumo y galletas de chocolate y coco. A Alicia le gustan las galletas, pero le gustaría acompañarlas por un café o por un té. No obstante, se conforma con lo que le ofrecen. Sin contar con la chica que de la barra, el grupo es de cinco mujeres, aunque sólo son ahora cuatro. La que falta salió a buscar algo en el barrio. Alicia toma una galleta y la saborea despacio, chupando primero el chocolate y el coco que la cubre, mordiendo después. Están ricas. A Alicia le gustan mucho los dulces en general, y el chocolate en particular. Pero a Alicia le gustaría mucho poder acompañarlas de un café con leche cremosa. La chica de la barra sonríe como adivinando los pensamientos de Alicia. "¿Alguien quiere un café?". Alicia sonríe. Hoy parece su día de suerte. Alicia pide un café con leche y sacarina. Alicia adora el café. Le gusta cuando lo hacen con espuma batida de leche. Le gusta el color tostado de la espuma que se mezcla con el café. Sin embargo, la mayoría de las cafeterías sirven un café sin espuma. Eso a Alicia no le gusta. Alicia observa que la chica de la barra les pone un café con una buena capa de espuma, tal y como a Alicia le gusta. Alicia vuelve a pensar que hoy es su día de suerte. Alicia saborea la espuma con placer, a cucharadas, mientras observa a sus compañeras de reunión. A su derecha está Cristina, morena, delgada, menuda, con unos ojos muy vivaces y expresivos, maquillados. Ella ha organizado la reunión. Se trata de juntarse en un laboratorio de palabras y jugar, guiadas por Cristina, buscando la creatividad y las ideas más interesante. A Alicia le gustan las palabras. Más que gustarle, le apasionan. Las ama con gula. Las saborea cuando las pronuncia, cuando las lee, cuando las escribe y cuando las escucha. Cada palabra, piensa Alicia, lleva dentro la magia de la forma y del significado. Hay palabras que le gustan por la forma, las letras que la componen, el sonido que tienen al pronunciarse. Una de ellas es almazara. Hay palabras que le gustan por el significado, por los recuerdos personales, por los sueños y pensamientos que le evocan: pizpireta o alevosía son de este segundo grupo. Alicia está a gusto. Charlan de talleres diversos que potencian la creatividad. A Alicia le gusta la creatividad. En su día a día está demasiado rodeada de señores grises. Alicia busca el color a su alrededor. El color como tal, y el color como significado, como sonrisa, como calor humano. Cristina dice una frase que a Alicia le gusta. Cristina cita a unos africanos que conoció: "Vosotros tenéis los relojes y nosotros el tiempo". Alicia cree que tiene mucha razón esa frase. Alicia mira a sus otras compañeras, alumnas como ellas del laboratorio que ha organizado Cristina. Toman café. A Alicia le gusta la mirada de sus compañeras. Parecen dulces, dulces y buenas. A Alicia le gusta creer en la gente buena, aunque a veces su intuición le falle y confíe en quien no debe. Alicia sabe que ésa es una piedra sobre la que tropezará hasta el día en que ya no tropiece con nada, simplemente porque le llegue la muerte o porque decida dejar de moverse. Alicia vuelve al pensamiento de los relojes y el tiempo. Se pregunta en qué momento empiezan las personas a ser esclavas del binomio tiempo-no tiempo. Alicia tiene una hija de casi cinco años. Para la hija de Alicia el tiempo es aún un misterio. Ella dice: "hace muchísimos años, cuando yo tenía tres...". También dice: "¿Dos semanas es mucho o poco? Explícamelo en años, para que yo me entere". A Alicia le encanta escuchar a su hija, y estas expresiones le causan gracia, simpatía, necesidad de explicar y envidia. Bastante envidia sana. A Alicia no le gusta ser esclava del tiempo. No le gusta despertar a su hija de noche para tratar de que desayune, se vista y llegue al colegio a tiempo. Le gustaría poder despertarla con más mimos, con los abrazos que ella a veces reclama. Pero Alicia se acuerda de su trabajo, de los hombres grises que la rodean en la oficina, de los rostros cansados y con escaso color de sus compañeros de vagón en el metro. Y le gustaría volver a ese tiempo donde un minuto no significaba "ahora no puedo atenderte". Al tiempo donde un minuto era el tiempo que tenías para esconderte bien mientras tu amigo contaba de espaldas. Alicia decide volver a poner los pies en el teatro-café. La espuma se ha acabado y Alicia le da vueltas despacio. Saca la cuchara, la chupa y la deja en el plato. Cree que no es de buena educación chupar con golosía los cubiertos, pero ella no puede evitarlo. Ni quiere. De hecho a Alicia le gusta la gula que se le escapa cuando saborea algo que le gusta. Se toma el café despacio. Está bastante rico. Alicia se sonríe. Le gusta el café con cuerpo. Y éste es especialmente sensual. Hace una pequeña pausa para saborear el último trozo de galleta que le queda, casi sin chocolate y, definitivamente sin una sola viruta de coco. Apura el café cuando la quinta compañera del grupo, sin contar a la chica de la barra, vuelve. Se ha perdido el café. Retoman el hilo del taller y Cristina dice que ya es hora de volver. Alicia se siente cómoda y quiere explorar más las palabras de la mano de Cristina. Suben despacio por unas escaleras estrechas, pasando por la segunda planta de refilón y llegando al final a la tercera. Lugar donde ubican el laboratorio de palabras que retoman. Abajo dejan una deliciosa mezcla de café-teatro. Unas borlas doradas pintadas sobre la pared que parecen gatos de espaldas contemplando un planeta y una ciudad futurista. Un café con cuerpo que ya no está en su taza. Y unos minutos de tiempo que esta vez significan compañía y conversaciones cruzadas. Se sientan y retoman la conversación sobre la creatividad que les lleva desde el plagio creativo al binomio fantástico, pasando por el paradigma matemático. Alicia tiene un pensamiento fugaz: "Que no se me olvide luego contarle todo esto a mi cuaderno".

4 comentarios:

  1. Me cae bien Alicia!!!! Espero saber más de ella en el futuro. Besos a todos

    Mónica

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  2. Puedes invitarla a café cuando quieras. Ya conoces sus gustos :-p

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  3. Me encanta el relato. Y me cae bien Alicia ;)

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