La noche aún cabalga por las calles
casi desiertas de esta ciudad
que crece ruidosamente a mi alrededor.
Suena el despertador
Y mi día comienza antes de que la luz
empiece a formar sombras sobre el asfalto.
El olor del café llega a mí desde la cocina
y la pereza vuelve mis miembros pesados.
Aún somnolienta, aún desnuda,
dejo que la ducha borre de mi memoria
esos sueños que persistentemente
siguen llamando con fuerza a mi puerta cada noche.
Y esa agua limpia y hace correr las telarañas hacia el desagüe.
Aún es temprano,
y el café de todos los días despeja mi conciencia
y la centra en la rutina apagada de todas las mañanas.
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