Yo tengo mis raíces en tus manos,
fuertes y frágiles a la vez.
De joven suaves, lisas, dulces.
Ahora las arrugaron
el trabajo y los años.
Yo tengo mis raíces en tus brazos,
fuertes para soportarme
a mí, y a mis hermanos.
Quizás por eso, ahora,
te molestan tanto.
Yo tengo mis raíces en tu mirada,
siempre presente, observadora.
Traspasas mis ojos con los tuyos,
y la edad se oculta tras ese amor profundo.
Yo tengo mis raíces en tu vientre.
Alimento, hogar y simiente.
Esbelto y hermoso.
Ni hijos ni vida lo estropean.
Yo tengo en ti, madre,
mis raíces más queridas.
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