domingo, 1 de mayo de 2022

Olvido Andújar en el Filandón violeta

Publicado originariamente en: Olvido Andújar en el Filandón violeta

FILANDÓN VIOLETA

DECLARACIÓN DE INTENCIONES

Nos reunimos, charlamos, hilamos versos y somos libres. Somos mujeres, madres, tías, abuelas, hermanas, hijas, escritoras, amantes, trabajadoras, amas de casa, luchadoras, idealistas, soñadoras…

Nuestro hilo es la palabra, el verso nuestra arma y la lengua la artillería que usamos para defendernos.

Somos violetas. Y nos reunimos a tejer palabras con nocturnidad y alevosía. Quien nos quiera escuchar, que nos siga de cerca.

Sed bienvenidas y bienvenidos a esta nueva entrega de nuestro FILANDÓN VIOLETA

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Olvido es mirada y es palabra. Su acento suave, su voz melódica, nos llevan a abrazar esos vinilos que sin duda escuchamos en clave de jazz. Porque Olvido es música, como su primer poemario que si ya por él sólo es muy potente, si se le pone la banda sonora que ella misma nos sugiere, nos eleva más allá de las páginas, hacia un mundo donde no hay motores silenciosos, sólo cuerdas, percusiones y una voz que todo lo invade.

Pero antes, y como siempre, unos breves apuntes biográficos de nuestra protagonista de hoy, para que sepáis de quién hablamos. 

Olvido Andújar

Olvido Andújar es la autora del poemario En clave de jazz (Editorial Lastura, 2020). Ha publicado relatos y poemas en diversas antologías, revistas y fanzines. Participa en recitales de poesía y ha recibido varios premios de poesía y relato corto. Es socia de la asociación feminista de mujeres poetas Genialogías, miembro del colectivo feminista de poetas Sororidades y escribe en Pikara Magazine la columna mensual sobre poesía titulada “Pikara Poétika”. Como aficionada al cine y al jazz, colabora con el podcast El cantor de jazz, con la sección “Luces, cámara, ficción”, sobre los espejos del jazz en el cine y la literatura. Como lectora y docente, forma parte del equipo que realiza el podcast Utopedia. La comunidad de los libros, acerca de literatura y educación.

Es profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid y académica correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, correspondiente de la RAE en Estados Unidos.

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El año que la pandemia que aún nos afecta, aunque ya sea residualmente, borró de nuestras vidas, Olvido Andújar publicó su primer poemario titulado “En clave de jazz”, con la valiente editorial Lastura, capitaneada por Lidia López Miguel. Este poemario entró de manera silenciosa en mi casa. Es de formato pequeño, como Olvido (ya sabemos que los perfumes más caros y más preciados van en tarros pequeños), y al abrirlo empezaron a sonar sus palabras, su voz y las melodías de las canciones que nos propone para escuchar y acompañar la lectura. Y se quedó. Lo he leído dos veces, y en cada una de ellas he sentido cosas distintas, he visto a una Olvido distinta y he vivido distinto. Cuando lo leí en 2020 en la soledad de mi cuarto, sentada en mi cama y con pocas ganas de vida, Olvido me regaló lo que me faltaba: ganas de vivir. 

Lo leí por segunda vez cuando Rafa Mora y Moncho Otero le dedicaron su ciclo “Versos sobre el pentagrama” del Café Libertad 8. Ahí sentí a una Olvido valiente, que se desnuda página a página. Conozco parte (sólo una parte) de su historia personal. Y el resto, lo intuí en cada verso y en cada silencio.

Olvido Andújar no sólo es una mujer capaz de convertir la palabra en música y la música en palabra. Es, además, una de las mujeres más bellas que conozco. Hace unos años tuve el honor de hacerle una sesión de fotos (la foto que acompaña este artículo viene de entonces). Su mirada oscila entre eléctrica y suave, sensual e inocente, pícara y confiada. Una mujer increíble que, desde luego, tenéis que conocer, leer y escuchar.

Siguiendo la dinámica de esta sección, Olvido Andújar ha respondido a mis preguntas con la inteligencia y la agudeza que le caracterizan. Leed a continuación sus palabras y decidme que no os parece realmente fascinante. 

¿Qué es para ti la poesía?

Para mí la poesía es necesaria. Y, si me apuras, como decía Gloria Fuertes, que para mí es una referente a la que acudo siempre que necesito que entre luz en la casa, “obligatoria”. Ella lo decía mucho más bonito:

La poesía no debe ser un arma,
debe ser un abrazo,
un invento,
un descubrir a los demás
lo que les pasa por dentro,
eso, un descubrimiento,
un aliento,
un aditamento,
un estremecimiento.
La poesía debe ser
obligatoria.

A mí la poesía siempre me ha respondido preguntas que, a veces, ni siquiera sabía que tenía. Pero estaban ahí. También me ha abrigado cuando tenía frío o me ha helado la sangre cuando estaba, o cuando creía que estaba, bien tapada, demasiado. La poesía, sobre todo, me ha cuestionado, me ha interpelado, me ha zarandeado. Pero también me ha dado consuelo, me ha ayudado a llorar y exorcizar bien todos los demonios, me ha protegido del maltrato y del narcisismo, me ha acompañado en los duelos y también me ha hecho reír. Porque la poesía también sabe sacarte carcajadas mientras te clava un puñal en todo lo que hasta ese momento dabas por sentado.

Además, la poesía, como la literatura y la filosofía, nos hace más tolerantes, más abiertos, más dialogantes. 

De todos modos, de entre todas las definiciones con las que puede vestirse la poesía, yo me quedo con “necesaria”.

La lectura de poesía es minoritaria, ¿cómo convencerías a alguien que dice que no le gusta la poesía para que se introduzca en su lectura?  

Antes que poeta, soy profesora. Hay un poema de Dulce María Loynaz que me gusta mucho:

Y dije a los guijarros:

– Yo sé que vosotros sois las estrellas que se caen.

Entonces los guijarros se encendieron, y por ese instante brillaron – pudieron brillar…

– como las estrellas.

A mis clases siempre llevo “cerillas” con la esperanza de encender guijarros, o de montar una fogata y que toque alguna tecla, que queme prejuicios, lo eche todo abajo y renueve ideas. Además de una responsabilidad enorme, quienes nos dedicamos a la docencia (en cualquier etapa), tenemos la suerte de tener también un altavoz, un micrófono, una tarima desde la que enseñar más cosas que cómo se hace un análisis sintáctico o una regla de tres, que no digo yo que no sea importantísimo. Pero me fascina que también podamos hablar a nuestras y nuestros estudiantes de quiénes son, de que hubo mujeres filósofas contemporáneas de Sócrates, podemos darles a conocer la obra de Begoña M. Rueda o Miguel Martínez López y conectarla con cómo navegan en Internet, cómo han vivido la pandemia o qué preguntas se hacen cuando algo les defrauda. 

Y, como me considero profesora mucho antes (y mucho más) que poeta, me cuesta mucho desligar la docencia. O mi modo de ver la enseñanza. Y hasta cuando no lo pretendo, me pasa. Por ejemplo, mi poemario En clave de jazz ha sido acogido por lectores de poesía que no eran aficionados al jazz. Y me he encontrado con la sorpresa de que luego me han escrito para decirme que han aprendido de música, que han descubierto a tal cantante o a cual pianista gracias al libro. Y eso me ha llenado de ilusión. Concebí el libro para que tuviera el sabor de una charla distendida en casa. Esas noches eternas en las que vas encadenando temas de conversación y hay música siempre de fondo. El disco se termina, te levantas a poner otro y lo presentas a tus acompañantes brevemente. “Vamos a escuchar a una saxofonista que es maravillosa. Qué vida tuvo. Grabó con tal sello y con cual banda…” 

Pero también me ha pasado al contrario. Se han acercado al libro amantes del jazz que no leían habitualmente poesía. Y esa ha sido la segunda gran sorpresa. Me decían que habían comprado el libro y que me escribían para decirme que no leían poesía, pero que algún poema les había llegado, por uno u otro motivo. Repetían mucho que era “inteligible”, como si la poesía no lo fuera. Y aquí tenemos que cuestionarnos mucho. Se trata de “descubrir a los demás”, como decía Gloria. No creo en una poesía oscura y elitista. Esos poetas, que no esa poesía, no me representan. Yo creo firmemente que la poesía ha de llenar de luz lo que antes estaba a oscuras. Así que iluminar a músicas y músicos de jazz y hacerlos asequibles a quienes no conocían, a quienes un día confiaron en leer mi libro, ha sido una maravilla y un regalo. Y lo mismo sucede con quienes, después de la lectura, han acudido a otras y otros poetas.

¿Cómo integras la poesía en tu día a día y en tus obligaciones personales y laborales?

Como te decía, antes que poeta, soy profesora. Pero es que además tengo la suerte de ser profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid. Yo no sé desligar la literatura de mi profesión, porque mi profesión es enseñar a trabajar con la lengua y con la literatura. Trabajo con la creación de textos literarios, con cuentos, con poemas, con dramatizaciones… Mis estudiantes crean, pero también lo hacen mis compañeras y compañeros de trabajo, entre quienes hay excelentes poetas que, además, son amigas y amigos. Tengo la enorme fortuna de trabajar, por ejemplo, con Begoña Regueiro, una poeta excepcional. Además de ser una de las mayores expertas de la Didáctica de la Literatura, es la responsable del grupo de investigación ELLI, al que pertenezco. Así que compartimos asignaturas, investigaciones, charlas y recitales, a veces improvisados en un acto final de un seminario. Tenemos despachos muy cercanos, nos cruzamos en los pasillos, compartimos cafés y proyectos. Y es un milagro de vida.

¿Qué le dirías a alguien que empieza ahora en el mundo de la escritura poética?

Que lea mucho y que no tenga prisa en publicar. Publiqué “En clave de jazz”, mi primer poemario en solitario, unas semanas antes de cumplir cuarenta años. Y no me arrepiento. Creo que la poesía, como el vino, necesita tiempo para macerar. Veo a mucha gente joven con mucha prisa por acumular muchos libros publicados. Yo creo que hay encontrar nuestra propia voz, que luego nos dirá qué palabras tachar y qué páginas romper. Se es poeta, sobre todo, por lo que se tacha, más que por lo que se deja y se publica. Y para encontrar esa propia voz que nos permite darnos cuenta de qué tenemos que tachar y qué tenemos que dejar, no hay otra vía que el aprendizaje a través de otras voces. Muchas. Todas las voces posibles. Y para ello hay que leer. Que lea, que lea mucho. Que tache más de lo que deje. Que reescriba. Que pode. Que lea mucho y a muchas voces diferentes de épocas y países diferentes, porque cada una tiene algo (o mucho) que enseñarle. Y que sea humilde. Solo desde la humildad podemos aprender. Y quien cree que no tiene nada que aprender es mejor que se mire bien por dentro. Y si, finalmente, la poesía es un acto de amor, entonces, que ame, que ame bien, de forma generosa.

***

Olvido Andújar se define como docente antes que poeta. Pero eso es lo que ella dice. Yo no he estado en ninguna de sus clases, pero sí he tomado vinos y cafés con ella, y me la imagino haciendo de sus clases puros actos de poesía. Porque ella, las cosas, no las hace a medias. 

Os dejo un par de poemas leídos por ella. Escuchadla y entenderéis lo que os quiero decir con eso de su voz, la música y demás. El vídeo de la presentación del poemario en Entredós es largo, casi una hora. Pero os recomiendo que os sentéis en el sofá y lo disfrutéis. Porque es maravilloso.

Y como todos los artículos de mis Filandones Violetas, os dejo una pequeña, pequeñísima muestra de su poemario. Algo con lo que apenas se os abrirá el apetito, espero, y os lanzaréis, como haría yo, a las librerías, a las bibliotecas o a la propia editorial a comprar este libro tan pequeño como poderoso y potente.

Espero, querida Olvido, que no sea tu último poemario. Y espero, amiga mía, seguir con esos vinos y esos cafés mientras charlamos de todo lo que nos apetezca. 

MUESTRA DE SU OBRA

STARDUST 
CARMEN MCRAE
 

Un día rompes un jarrón. 
Por ira o por torpeza, 
pero lo rompes. 
Después te arrepientes, 
te sientes mal, 
compras todos los pegamentos 
en la ferretería de la esquina, 
le pides perdón, 
—por si acaso los jarrones rotos 
fueran sensibles a las disculpas—. 
Pero el jarrón sigue roto, 
hecho añicos, 
polvo de estrellas. 
Y tú tienes que aprender a vivir 
con la angustia de saber 
que tienes la terrible capacidad 
de romper jarrones, 
por ira o por torpeza. 


FLY ME TO THE MOON 
COUNT BASIE 


Yo nunca había pisado la Luna 
ni tú habías dejado besos en la alambrada. 
No fuimos titular del New York Times. 
Exhibían el índice y olvidaban el cielo 
que nos prometían detrás de las ventanas. 
No vimos que teníamos la primavera 
brotando en cada rincón de la casa. 
Para ver los detalles de algunas pinturas 
hay que alejarse unos pasos o una vida. 
Entonces surgen en las arrugas de una mujer 
el hijo muerto, el abuso, el amor perdido. 
Creí que tampoco había viajado a lomos de una estrella 
hasta que me separé unos años de las fotos. 
La Luna siempre había estado en tu lado de la cama. 

(En clave de jazz, Editorial Lastura, 2020)

***

TEJIENDO EN LA SOMBRA

Tejiendo y leyendo y escribiendo y viviendo y soñando y amando y… y todo lo que hago siendo todo lo que soy. Ahí estoy yo, detrás de este filandón violeta, intentando sobrevivir en una gran ciudad donde me siento hormiga, leyendo, escribiendo y recitando poesía, siendo madre, trabajadora y poeta de guardia, como decía nuestra querida Gloria.

Me llamo Pilar Escamilla Fresco y si quieres saber de mí búscame aquí: www.caradeluna.es

Pero ante todo lee poesía, lee poesía todos los días de tu vida.

Y si tienes hijos, léeles poesías.

Sin poesía, no hay vida.



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