Le dijeron varias veces que el mar
estaba lleno de peces.
Le dijeron que no dejara de buscar.
Le dijeron que saliera a nadar.
Le contaron que tras un arrecife de
amapolas
había un local donde las caracolas
ponían banda sonora a todos lo que
querían bailar.
Y fue verdad.
En medio de una pista de titanio
había un caballito de mar de color
azul.
Se miraron.
Sólo sus ojos se acariciaron.
Se miraron.
Ambos venían cubiertos de lágrimas.
Bailaron el miedo, bailaron las
heridas,
bailaron la soledad, bailaron los
sueños,
bailaron todo lo que les abrazaba.
Y descubrieron que la natación
es mejor cuando se baila sincronizada.
Y desde entonces se sintieron
juntos, asustados y revueltos,
como peces en el agua.
Pilar Escamilla Fresco
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