domingo, 21 de marzo de 2010

Retales

Tus ojos vidriosos están llenos de recuerdos,
recuerdos que combinas y mezclas
como ingredientes del guiso de tu vida.
Siempre fuiste buena cocinera.
La vida te enseñó a echar
sal, azúcar, pimienta o pimentón
en función de lo que fuera necesario.
Los nombres del pasado
están cada vez más presentes,
y los de tus yernos se entremezclan
cuando abrazas a alguno de tus bisnietos.
El tiempo pasa,
pero se detuvo en un instante,
y ya no recuerdas cómo dar cuerda al reloj
de tu memoria.
Tejes sin parar lo que por la noche destejes,
como Penélope.
Con una aguja de ganchillo o dos de tejer,
los paños siguen saliendo de tus manos
torcidas por el tiempo y la enfermedad.
Abrazas a varias generaciones.
Tus abuelos, tus padres, tus hermanos, tu marido
siguen presentes cuando recuerdas
a tus hijas, tus nietos, tus bisnietos.
Muchos rostros en un momento
emborronan el silencio.
Confusa, vuelves a tus tejidos,
a tus cuentas perdidas,
a los recuerdos olvidados.
Si en algún momento la vida amargó
ya no lo recuerdas.
La bruma cubre tu vida
de dulces sonrisas y caricias perdidas.
Siempre decías que el mejor truco
para encontrar algo, es dejar de buscarlo.
Encontraste la paz cuando dejaste de buscar
en el confuso pasado.
Pasan los días, sonríes.
No se te olvidó silbar la risa.
Tejes el día, duermes la noche.
Esperas cobijada por tus hijas.
Los recuerdos se diluyen en tu mirada acuosa.
Contar la vida para que permanezca en la memoria.
Contar y mezclar la vida.
Retazos del pasado que conforma una manta
hecha de retales no coordinados entre sí.

(Dedicado a la primera Edisa que llegó a mi vida)

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