martes, 10 de enero de 2017

De morfina y tortugas

Metida en mí me convierto en tortuga y empiezo a caminar despacito y en silencio, a esconderme bajo mi caparazón y a no mirar más allá del suelo... entonces llega el gran Pepe Ramos y me arrastra de golpe a la realidad, me hace pegar un bote con un chute de morfina para calmar el dolor y poder entender que toda mi mierda es poca o nada cuando un amigo tiene dolores reales. Que me deje de memorias desmemoriadas, de ánimo desanimado y que salga a comerme las calles. Y de paso, a comerme las miradas de quienes no creen que pueda aún correr tras ellos.

Hace un año, un poco más, que conseguí que Pepe posara para mí y desnudara su mirada ante mi cámara que incrédula sólo se echó a temblar y trató de capturar aquello que me regalaba desinteresadamente. La sesión fue una de las mejores que he vivido, por el modelo y por los resultados.


Pero lo que no podéis es dejar de leer a este gran poeta, de admirarle y de escucharle cuando se muestra como el más sinvergüenza de la noche madrileña en el Vergüenza Ajena.

Y por él, por su vesícula, por las arterias, por la morfina, por mi caparazón, por mi cuello haciéndose pequeño, por mis piernas arrastrándose por las calles de Madrid y por esa magia que es la poesía hecha imagen, voz y palabra... desde aquí, un enorme abrazosa (abrazo de osa). Bueno, un beso abrazado ahora, y cuando te recuperes un abrazosa en condiciones.



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