domingo, 19 de enero de 2014

Finales felices

Nos hemos criado creyendo en los finales felices. Y el final feliz era siempre el mismo: se enamoraron, se casaron, y fueron felices. Y no nos gustaba la película o la historia si no había un final feliz.

Mis amigas y yo pensábamos en que cuando creciéramos nos casaríamos con un chico que nos iba a amar para toda la vida y que tendríamos con él hijos, muchos hijos. Vestirnos de princesas en nuestra boda era una gran ilusión muy emocionante, y como anticipo, los hermosos vestidos blancos de Primera Comunión, algunos hasta con velos y tules. Hermosas novias virginales de apenas nueve años.

El ritual de belleza nos decía que daba igual qué hiciésemos, que bastaba con ser bella. Que cuando eres bella todo lo mágico te puede suceder. Pero nos mirábamos en el espejo y veíamos niñas de carne y hueso, no muñecas de porcelana. Con todo eso hemos tenido que crecer y pelear para llegar a ser las mujeres que hoy somos.


Todo esto viene a relación de mi hija, de las historias que le cuento para que se duerma, y de una historia en concreto que le estoy contando. La historia no es mía, tiene su origen en un buen amigo: Víctor Páez Prado. Le conocí hacia el año 96 y aunque ahora hace tiempo que no nos vemos, nunca he dejado de quererle. Este chico cantaba y tocaba la guitarra. Y lo hacía muy bien, francamente. De entre todas sus canciones, una de mis favoritas siempre fue El Sapo y la Princesa. Una historia de amor como tantas otras en las que nunca se da dicho amor porque por cobardía y por temor a ser rechazado ninguno de los dos enamorados se atreve a decir al otro lo que siente y desea. Escuchad la canción para saber de lo que hablo:

  • Víctor Páez Prado - El Sapo y la Princesa: escuchar

Pues esta canción que me gusta tanto, la he convertido en un cuento y he empezado a contársela a mi hija de seis años. Pero su primera reacción en cuanto acabé de contársela fue esta: "Mamá, no me gusta, no me gusta nada. No tiene un final feliz. Cámbialo."

Reconozco que se lo cambié. Le di la vuelta y los enamorados se volvieron a encontrar al verano siguiente y ya por fin, dándose cuenta de lo que habían perdido por cobardes, decidieron hablarse y vivieron la mejor historia de amor jamás contada. Y la princesa fue reina, y el sapo rey. A lo que mi hija contestó: "¿Reeeeyyyy? ¿Un sapo rey? ¡Pero mamá!". ¿Esperaba acaso que lo convirtiese en príncipe?. Le contesté rápidamente: "Pues claro, hija. Y cuando alguien del reino se atrevía a meterse con el rey por ser un sapo la reina, que antes era la princesa, se ponía los brazos en jarras y decía con voz de mando: mi sapo es mi rey, y por lo tanto el tuyo, y no te atrevas a dudarlo". Y mi hija aquí ya sí se rió y lo disfrutó. Y ya sí le gustó el final, porque había un final feliz.

Hablando con mi profesora del taller de cuentacuentos sobre este tema, comentaba ella que a los adultos sí se les puede dejar la historia como queramos, pero que los niños necesitan esa vuelta del final, algo que lo cierre, que para todo haya una solución, una esperanza, un algo. No sé si hice bien o mal al inventarme el final feliz que mi hija me pedía, pero sí que tengo claro que ella lo pidió porque lo necesitaba. Porque la historia que para mí era preciosa y redonda, para ella aún estaba por acabar.

El tiempo nos enseña que hay muchas más alternativas, que no siempre te enamoras, que hay más formas de amor que la clásica pareja heterosexual, que no siempre es un camino de rosas, que después de "se casaron" hay una vida de peleas constantes, de hacer cuentas para llegar a fin de mes, que tener hijos implica jugar con ellos, pero también cambios de pañales, mocos, vómitos y momentos difíciles como las enfermedades, los berrinches o problemas de mil tipos. Que el amor no es para siempre, que a veces las parejas se rompen. Y que la vida no tiene por qué ser en pareja. Y sobretodo, que el amor comienza por el amor propio y que nos tenemos que querer y respetar antes de desear que nos quieran y nos respeten.

Hablando de lo mal enseñados que estamos y de los culpables de que haya tantas mujeres frustradas por no ser la princesa anhelada, y tantos hombres que no llegan al estereotipo en ellos buscado, este artículo me ha parecido especialmente interesante: Desmontando a la factoría Disney.

Me gustaría, siguiendo esta línea, recomendaros la serie Érase una vez y las novelas gráficas Fábulas y Fabulosas.

Y como este blog no lo lee aún mi hija y mi público es adulto, permitidme desearos un Año Nuevo (acabamos de estrenar el 2014) lleno de finales felices, pero no de cualquier final feliz.

Final feliz

Ver también: http://pilarfresco.blogspot.com.es/2015/10/y-fueron-felices-y-comieron-perdices.html

1 comentario:

  1. […] Un poco más sobre los finales felices que escribí hace un tiempo: https://desdemisecreter.wordpress.com/2014/01/19/finales-felices/ […]

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